La trinchera catalana
Opinión
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PACO MARCH
Presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña
A Salvador Espriu, poeta catalán, le gustaban los toros. Hecha la afirmación, queda demostrarla.
¿Podemos afirmar, atendiendo a su obra, que Goya era antitaurino y Espriu taurino?. A lo primero, parece que algunos (con cargos y nombre) tienen respuesta afirmativa, acertada y documentalmente refutada por Gloria Sánchez-Grande en EL MUNDO y otros muchos en distintos ámbitos. A lo segundo, vayamos con las pruebas.
Espriu, uno de los más grandes poetas en lengua catalana, es autor de La pell de brau(La piel de toro), un poemario cuya primera edición data de 1960, alegato crítico contra la España de la postguerra y reivindicación de sus diferentes culturas y lenguas, una alegoría en la que el toro bravo embiste y arranca con sus cuernos la piel ensangrentada sobre una imaginara arena.
Pero la imaginable afición taurina no se colige de ahí. Viene, por ejemplo, de lo que el periodista Juliá Guillamón explicaba hace tres años en La Vanguardia. Escribe Guillamón que el pintor Joan Pere Viladecans le contó que estando una tarde en el bar El Sol del Paseo de Gracia de Barcelona, el poeta, que conocía la afición taurina del pintor, le dijo: «Un día hemos de hablar de toros». No quedó ahí la cosa sino que, para sorpresa de Viladecans, Espriu le explicó sobre ganaderías, cruces y encastes, entre los que destacó los de Murube, Pablo Romero y Miura.
Más. En el citado texto, también se menciona que con motivo de una exposición de Viladecans contemplando una de las obras, titulada Compliment al poeta Fernando Villalón (el ganadero que buscaba los «ojos verdes» en sus toros), Espriu comentó: «Conozco a este poeta, un precedente muy interesante de García Lorca».
Intrigado por esa suma de datos taurinos , Guillamón preguntó en el Centro de Documentación y Estudios Salvador Espriu de Arenys de Mar si en él se guardaba algún libro de toros que fueron del poeta y -nueva sorpresa- aparecieron tres: El Discurso de la Caballería del torear, de Pedro Mesía de la Cerda; La Caza y los toros, de Ortega y Gasset y El Arte del toreo y la bravura del toro, de Domingo Ortega.
¿Demuestra ello que Salvador Espriu era taurino?. No pero casi sí y tampoco lo contrario.
No se trata aquí de contribuir a la ceremonia de la confusión en la que todo vale para arrimar el ascua a la sardina que más conviene. Sólo constatar que siendo libres las interpretaciones de cualquier actividad artística, sentar cátedra e influir desde sacrosantas instituciones, como el Museo de Prado o el Ministerio de Cultura, para desvirtuar/manipular la obra, la actitud cívica y el pensamiento o ideología de un autor, es un ejercicio ético tan reprobable como peligroso.
Ha ocurrido y seguirá ocurriendo, me temo
Pero, volviendo a la pintura, ahí está, para quien quiera contemplarla, la subyugante fascinación e inspiración taurina en la obra de Francis Bacon. Y en la de Miquel Barceló. Y en la Goya y Antonio Saura. Y en la de Picasso y Guinovart. Y en la de Zuloaga y Eduardo Arroyo. Y en la de Cessepe y Miguel Macaya…
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