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Esos héroes bajitos que se incorporan 

OPINIÓNPeriodismo humano
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Que digo yo que cuál será la causa por la que los aspirantes a una alcaldía no repasan las hemerotecas, antes de hablar y lanzar propuestas de un asunto cualquiera. Como en general no lo hacen, nos encontramos la mayor parte de las veces con titulares en los medios anunciando medidas ampliamente superadas por la historia y por el tiempo. ¿Será cierto lo que me comentaba una buena amiga, catedrática de universidad, sobre que ella nunca lee prensa local porque, a su juicio, carece de interés?. Pues señores yo si la leo, a veces para disgustarme, pero lo hago. La prensa cercana recoge lo poco y lo mucho, lo importante y lo anecdótico, y nos muestra, aunque solo sea eso, la flojedad de un ambiente, de unas tertulias, de unas notas de sociedad…

Pero, visto lo visto, segura estoy de que muchos imitan a mi amiga la catedrática. Y se ponen a elaborar sus promesas de cara a sus hipotéticos votantes, sin consultas previas, evadiendo los debates ampliamente superados de muchas de nuestras necesidades y circunstancias. Quizá es pereza intelectual o desprecio hacia quienes reciben el mensaje. Quizá crean que todos los anteriores a ellos en el rol que ahora cumplen, son menos inteligentes, menos agudos, menos entusiasmados y decididos que lo son ellos en su entrega a lo común. Y que por eso, han de volver sobre sus pasos para reconducir la situación a cómo estaba hace 18 o 20 años.

Pero ni los otros eran más tontos que ellos, ni más despistados, ni tampoco estaban llenos de desidia para no hacerlo bien a sabiendas. A poco que te fijes, uno se apercibe de que cualquiera de los recién llegados a un cargo de gestión, lo hace lleno de buenos propósitos. Otra cosa es cómo continúa luego y cuánta es su competencia. Mejor o peor aconsejado nunca está solo, además de “heredar” los técnicos de la legislatura anterior que ya han visto algún que otro desarrollo de cualquier proyecto inacabado, como para saber donde “tropezó”.

Lanzar ideas por doquier para recogerlas uno mismo y sus acólitos, sin mayores estudios ni asesoramiento de expertos, es ganas de lanzar salvas al aire, y sólo recibir el ruido de las palabras al decirlas. Algo parecido a lo de un tío mío que, niño aún, le encomendaron ser padrino en el bautizo de mi madre. Bautizada la niña, y como manda (o mandaba) la tradición, el padrino debe convidar a los invitados mas jóvenes con caramelos y confites arrojados al aire en la salida de la iglesia. Mi tío arrojaba los confites y luego (como niño que era) no podía por menos que salir corriendo a intentar recoger algunas de las golosinas esparcidas por el suelo que él mismo había tirado, mezclándose con el grupo de chavales asistentes.

Pues así con esto. Se lanzan las palabras unas detrás de otras hasta construir un pequeño discurso que sirve para decirle a quienes “escuchen” que ellos están ahí, que no se han ido. Y luego se recogen por parte de los propios que las emiten y sus simpatizantes para ser masticadas en charlas de café.

Hay algo que todos los que hemos trabajado en política debiéramos de haber aprendido ya y que los que vienen después debieran de aprender. Que ha de navegarse por el espacio público con humildad, pues éste, de una forma u otra, siempre acaba desarrollándose por sí mismo. No necesita iluminados.


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