El matador de toros Ángel Teruel, fallecido este sábado de una afección cardiaca en el hospital de Cáceres a los 71 años, era el último representante de una forma muy «madrileña» de entender el arte de la tauromaquia con la que destacó a finales de la reñida década taurina de los 60.Nacido el 20 de febrero de 1950 en la calle de Embajadores, en el cogollo del Madrid más popular y castizo, Teruel fue un torero de asombrosa precocidad, con la que se reveló en la tercera edición del famoso certamen de «La Oportunidad» que Domingo Dominguín -el famoso «Dominguín comunista- organizaba en la plaza de Carabanchel.Se inició al toreo siguiendo los pasos de su hermano Pepe -fallecido también el pasado 9 de abril- pero sobre todo por su contacto con la dinastía Dominguín, cuyos hijos, y entre ellos Carmina Ordóñez, acudían al tiovivo que el padre de los Teruel instalaba durante los inviernos en el Parque del Oeste, frente a la calle de Ferraz donde estos residían.De ese contacto le surgió la ocasión de debutar en «La Oportunidad», desde la cual protagonizó un fulgurante despegue, pues en apenas seis meses de 1967 -desde su debut con picadores en Fuengirola el 22 de enero hasta la alternativa el 30 de junio en Burgos- Teruel pasó de simple novillero a codearse con las principales figuras de su tiempo -El Cordobés, El Viti, Paco Camino…- con apenas 17 años cumplidos.Sus dos primeras temporadas como matador de toros fueron especialmente notables, con repetidos triunfos en los más importantes escenarios, como Las Ventas, de donde llegó a salir a hombros hasta en cuatro ocasiones, haciendo gala siempre, como heredero directo de Luis Miguel Dominguín, de un extenso dominio del oficio, con un capote de calidad y una muleta muy poderosa, así como de una acusada personalidad.Ángel Teruel fue un torero muy «madrileño», pues su suficiencia lidiadora, intrínseca a casi todos los diestros de la capital, se envolvía con actitud muy «sobrada» en el ruedo, con una chulería castiza y elegante, de movimientos medidos y precisos, que le daba a su toreo un aura muy distinguida.De ese rápido y sonoro despegue deriva el hecho significativo de su participación como protagonista en la película «Sangre en el ruedo», dirigida por Rafael Gil en 1969, y en la que Teruel compartió créditos nada menos que con Paco Rabal y Alberto Closas.Asímismo se hizo muy popular en ruedos americanos, y especialmente en el de Lima, donde sus repetidos triunfos llevaron a la creación de una peña femenina que lleva su nombre y que aún sigue vigente en la capital peruana.Su trayectoria profesional decayó a primeros de los años 70 por distintas circunstancias, como lesiones y problemas de despacho, pero la remontó en 1974 para alcanzar su mejor etapa en los ruedos, en una época en la que incluso cuajó grandes faenas a toros de la ganadería de Miura.Durante estos años Ángel Teruel tuvo también una famosa seguidora, la multimillonaria norteamericana Barbara Hutton, que, para alegría de la prensa rosa que les fotografiaba juntos habitualmente, no se perdía ni una de sus actuaciones y que declaró estar locamente enamorada del torero.Tras varias cornadas de gravedad, el diestro madrileño se retiró de los ruedos definitivamente en 1984, tras un último paseíllo en la localidad salmantina de Guijuelo, para pasar a ocuparse de la ganadería que puso a nombre de sus hijas Lydia y Verónica, fruto de su matrimonio con una hija de Pepe Dominguín, al igual que Ángel, el varón con su mismo nombre que también llegó a tomar la alternativa como matador de toros.Un grave accidente de tráfico, que entre sus muchas complicaciones le deformó el rostro, llevó a Ángel Teruel a apartarse definitivamente del ambiente taurino y recluirse en su finca cacereña de Bohonal de Ibor, allí donde terminó agravándose la afección cardiaca que le ha llevado a la muerte.Vía La Información
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