Redacción DEx, 22 de diciembre de 2025.
La resaca electoral en Extremadura ha servido de altavoces y de termómetro. Y Alberto Núñez Feijóo no ha desaprovechado el momento: con el escrutinio aún caliente, el líder del PP ha proclamado desde Génova que el 21-D marca un “declive irreversible” del sanchismo. No es casual. Feijóo ha convertido la victoria de María Guardiola en un relato de cambio de ciclo y en una advertencia directa a su principal aliado-adversario: Vox.
Porque, más allá del triunfalismo, la reforma estructural del tablero político extremeño tiene una lectura obvia: el PP gana, sí, pero no gobierna en solitario. La aritmética obliga. Y es en esa aritmética donde Feijóo afina el mensaje. “Responsabilidad” y “proporcionalidad”. Dos palabras que parecían dirigidas a la prensa, pero que iban con nombre y apellidos: Santiago Abascal.
Con una frialdad quirúrgica, Feijóo recordó a Vox que su enemigo no es el PP, sino “un Gobierno construido sobre la mentira y la corrupción”. Una frase medida para tensionar sin romper, para marcar territorio sin cerrar puertas, para fortalecer a Guardiola sin desautorizar a Abascal… pero dejando claro quién manda en la derecha.
Extremadura como laboratorio del pos-sanchismo
Feijóo ha insistido en que los resultados no admiten “interpretaciones caprichosas”. El mensaje, traducido al dialecto político, viene a decir: Extremadura ya ha hablado; ahora Vox debe decidir si suma o si bloquea. Y en ese punto aparece el elemento más delicado: la presidenta en funciones, con 29 escaños, está tan cerca de la mayoría absoluta como lejos de poder gobernar sin cesiones.
Para Feijóo, sin embargo, la batalla es mayor. Extremadura es ahora la primera ficha del dominó. La siguiente —ha insinuado— será Aragón, donde el PP está “imparable”. Y detrás vendrá la lectura nacional: si el PSOE pierde uno de sus últimos feudos históricos y el proyecto de Sánchez se desliza cuesta abajo, la idea del “fin de ciclo” cobra forma y narrativa.
Un PSOE tocado, un PP crecido y Vox en posición de bisagra
Mientras el PSOE prepara cambios internos inmediatos tras el batacazo, Feijóo refuerza su estrategia: ocupar la centralidad, marcar distancias con Vox sin romper, exhibir músculo territorial y apuntar al desgaste progresivo del Gobierno central.
Pero la Lupa DEx observa otra cosa: el PP extremeño sigue atado al albur de Vox. Feijóo puede hablar de responsabilidad y sentido institucional, pero la negociación se presenta dura, larga y cargada de tensiones internas. Vox ha salido reforzado con 11 diputados y no va a renunciar fácilmente a entrar en el Ejecutivo.
El líder del PP ha lanzado un mensaje que mezcla autoridad y aviso. Abascal, por su parte, ya ha dicho que “la pelota está en el tejado de Guardiola”. La frase es un presagio del pulso que viene.
Extremadura abre un nuevo capítulo político, sí. Pero también un escenario de riesgo: un Gobierno que depende de Vox para existir, un PSOE obligado a recomponerse en tiempo récord y un Feijóo convencido de que ha encontrado el punto de inflexión que llevaba dos años buscando.
El 21-D no solo ha cambiado la noche electoral extremeña. Ha encendido todas las alarmas en Madrid. Y la partida, lejos de cerrarse, acaba de comenzar.






