Gallardo, PSOE, dimite

Gallardo y el final de un ciclo que nunca debió prolongarse

EDITORIAL DEx, Extremadura, 23 de diciembre de 2025.

La renuncia de Miguel Ángel Gallardo como secretario general del PSOE de Extremadura no es un gesto de responsabilidad política, por más que él intente envolverlo en épica y sacrificio personal. Es, sencillamente, la consecuencia lógica —y tardía— de un hundimiento electoral sin paliativos y de un contexto judicial que condiciona cada uno de sus movimientos.

La realidad es que Gallardo dimite porque no le quedaba margen para seguir, ni dentro del partido ni, sobre todo, ante la opinión pública. Y porque necesita, con urgencia, encontrar una salida procesal que minimice el impacto de su juicio previsto para mayo.

La estrategia es tan evidente que no admite lecturas interpretativas: mantenerse como diputado autonómico, lograr aforamiento y, si se tercia, aspirar incluso a un asiento en el Senado para que su causa quede bajo el paraguas del Tribunal Supremo. Un movimiento calculado, no precisamente heroico. Lo de que “no quiere traicionar a quienes le votaron” es solo un envoltorio retórico. Lo que sí ha ocurrido es que quienes le votaron se sienten hoy decepcionados: por la caída electoral, por la gestión interna, por el empecinamiento en negar la gravedad del proceso judicial que afronta y por la desconexión con una Extremadura que hace tiempo dejó de reconocerle liderazgo.

Pero el problema no es solo Gallardo. Lo que asoma en esta dimisión es la mano visible de Ferraz-Moncloa, que necesita desactivar cuanto antes una bomba política que afecta de lleno al PSOE nacional. Porque no es solo Gallardo quien se sienta en el banquillo: también lo hace el hermano del presidente del Gobierno. Y eso, en campaña o fuera de ella, es un fósforo encendido en un depósito de gasolina. La dirección federal quiere blindarse y pasar página rápido, aunque el precio sea sacrificar a Gallardo con una frialdad quirúrgica.

El PSOE extremeño encara ahora tres retos inmediatos, todos de alta complejidad:

1. La puesta en marcha de una Comisión Gestora

Una dirección provisional que deberá contener las fracturas internas, calmar los egos provinciales y sostener el esqueleto del partido en el peor momento de su historia democrática en Extremadura. No será fácil: el mapa interno es un archipiélago de intereses enfrentados.

2. Elegir a un nuevo liderazgo orgánico

Los nombres ya están sobre la mesa y DEx, con Lupa, los evalúa sin filtros.

En Cáceres, dos figuras concentran los apoyos y la capacidad de reorganización:

Álvaro Sánchez Cotrina, secretario provincial, que ha cultivado un perfil propio, marcando distancias visibles —y calculadas— con Gallardo. Su campaña ha sido personalista, sí, pero también eficaz, y eso pesa.

Lara Garlito, sólida, experimentada, con bagaje parlamentario y municipal, y con una red política amplia que le permite ocupar el espacio de liderazgo con solvencia y discurso.

En Badajoz, el nombre inevitable es:

Antonio Rodríguez Osuna, alcalde de Mérida, hombre de partido, pragmático y con un aval de gestión que le respalda. Ha estado alineado con Gallardo, cierto, pero sus apoyos orgánicos y su lectura política le permiten colocarse como alternativa seria en cualquier escenario.

 El destino de Gallardo: el ostracismo

Sin matices. El partido necesita hacer borrón y cuenta nueva, y eso pasa por aparcar a Gallardo en el margen más lejano. Será un final áspero para quien aspiró a suceder a Vara como líder indiscutible del socialismo extremeño, pero la política no es sentimental. Es implacable.

Mientras tanto, Extremadura observa. Y lo que observa no gusta: un PSOE que no ha sabido interpretar el mensaje de las urnas, que ha perdido su vínculo histórico con la ciudadanía y que afronta una travesía en el desierto con un liderazgo roto, una militancia perpleja y una herida judicial que sangra en plena campaña nacional.

En este escenario, DEx mantiene lo que define nuestra línea editorial: independencia, rigor y un análisis desapasionado. No estamos para aplausos ni para escudos. Estamos para contar lo que hay. Y lo que hay es que la dimisión de Gallardo no es un acto noble, sino el capítulo final de una estrategia diseñada para salvar posiciones personales en un tablero movedizo y profundamente desgastado.

Extremadura ha hablado. El PSOE, parece que empieza a escucharlo. El problema es que llega tarde. Muy tarde.