Cáceres, 27 de julio de 2025,. No había ruido de motores, pero sí mucho corazón. En la cima de la Montaña de Cáceres, donde el aire parece llegar más puro y las miradas se pierden sobre la ciudad, un nuevo símbolo ha tomado forma este sábado: una escultura en honor al Motero Ausente, un gesto de memoria, respeto y amor por quienes un día lo dieron todo por la carretera… y por la vida.
El mirador que corona la subida al Santuario de la Virgen de la Montaña ha sido el escenario escogido por el Ayuntamiento de Cáceres para inaugurar esta emotiva obra que ya pertenece al alma de la ciudad. Se trata de una escultura que muestra una mano levantando un casco de moto, como si saludara al cielo, como si esperara la respuesta de aquellos que ya no están. Es un tributo silencioso pero rotundo a todos los moteros y moteras que han perdido la vida, tanto dentro como fuera del asfalto.
Hasta allí llegaron decenas de motoristas procedentes de los rincones más diversos de Extremadura, e incluso de otras regiones, con sus chaquetas de cuero, sus insignias bordadas y ese respeto compartido que une a la gran familia de las dos ruedas. El rugido de los motores, esta vez contenido, se transformó en un homenaje coral. Nadie necesitó decir demasiado. Bastaba con mirar el gesto contenido de los presentes, las miradas vidriosas, el murmullo del viento entre las banderas.
La concejala de Participación Ciudadana y Barrios, Jacobi Ceballos, y el concejal de Infraestructuras, Víctor Bazo, acompañaron a los asistentes en un acto cargado de emoción. Fue Bazo quien recordó que este proyecto nació en los presupuestos participativos de 2019, gracias al impulso de la asociación motera Extremadura 15-50, cuyo espíritu combativo y propositivo ha sabido canalizar el dolor en creación, el vacío en legado.
La pieza, elaborada por la empresa extremeña Mobuartex, con sede en Malpartida de Cáceres, ha costado 9.680 euros y ha sido realizada mediante la técnica Wave Ceramics, combinando chapa de acero imitando acero corten con cerámica artesanal modelada a mano. Todo ello escogido en proceso participativo, como símbolo de una comunidad que no olvida, que honra, que transforma el recuerdo en arte público.
No es una escultura más. Es un lugar de peregrinación emocional. Es una promesa de que nadie será olvidado. Que cada curva tomada con pasión, cada viaje bajo el sol o la lluvia, cada historia truncada, seguirá teniendo eco.
Desde ahora, el mirador de la Montaña de Cáceres no será solo un balcón sobre la ciudad. Será también un altar de afectos. Un punto de encuentro entre los que siguen rodando y los que ya encontraron su última ruta.
Porque como bien saben los moteros:
no se muere quien es recordado.