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Impresionante testimonio-denuncia del cocinero Antonio Granero, padre de uno de los menores del asesinato de Belén Cortés

La tragedia de Belén Cortés: un crimen que destapa el fracaso del sistema de protección a menores. El brutal asesinato de la educadora social en un piso tutelado de Badajoz reabre el debate sobre la responsabilidad del Estado en la reinserción de jóvenes en riesgo.

Juan Preciado, 14 de marzo de 2025.- El asesinato de Belén Cortés, una educadora social de 35 años, en un piso tutelado de Badajoz, ha conmocionado a la opinión pública y ha puesto en entredicho el sistema de protección de menores en España.

La implicación de tres adolescentes, entre ellos el hijo del conocido cocinero extremeño Antonio Granero, ha reavivado un debate latente sobre el abandono institucional y la falta de medidas eficaces para la reeducación de jóvenes con antecedentes problemáticos.

Granero, visiblemente consternado, ha expresado su pesar y ha pedido perdón a la familia de la víctima, pero también ha señalado que su hijo, de 15 años, «es una víctima prácticamente desde que nació». En sus declaraciones, el cocinero ha expuesto cómo el menor creció en un entorno de desatención y abuso, bajo la custodia de una madre con problemas de drogadicción, hasta que finalmente él logró hacerse cargo de él y de sus otros dos hijos. Sin embargo, según Granero, el daño ya estaba hecho.

El crimen, cometido junto a otros dos menores, ha dejado al descubierto las deficiencias del sistema. La propia Belén había denunciado en reiteradas ocasiones los problemas que enfrentaba en su trabajo y el peligro que representaban algunos de los menores a su cargo. Pese a ello, las autoridades permitieron que los tres adolescentes volvieran al piso tutelado sin medidas de contención adecuadas.

El padre del joven ha puesto en el centro del debate la responsabilidad del Estado en la gestión de menores en riesgo: «Es una locura que permitieran a estos chicos regresar a un lugar donde ya había problemas y dejarlos solos con ella». Granero también ha denunciado que su hijo había perdido centenares de horas de clase sin que ningún organismo actuara. «La Administración sabía lo que pasaba, pero nadie hizo nada», ha sentenciado.

El caso ha despertado indignación no solo por la brutalidad del crimen, sino por la cadena de errores que lo hicieron posible. Desde la falta de supervisión familiar hasta la incapacidad de los centros de acogida para reformar conductas de riesgo, el asesinato de Belén Cortés se erige como un recordatorio trágico de cómo la desprotección puede derivar en violencia extrema.

A medida que avanza la investigación, la sociedad se pregunta si este asesinato podría haberse evitado.

Mientras tanto, la memoria de Belén Cortés perdura como un símbolo de los educadores que, a pesar de los obstáculos, dedican su vida a ayudar a los más vulnerables.