Encomendada como está a los presupuestos nacionales, si la nueva carretera Cáceres
Badajoz estuviera sujeta desde su vertiente nacional a un juego de contrapesos, sería
para preocuparse. Dicen lenguas generalmente bien informadas que así es. ¿Y qué
significan los contrapesos en un país o en un territorio regional? Siempre competítividad
entre autonomías o entre provincias. O entre pueblos. En este último caso es algo así a
como estar mirando fundamentalmente hacia la posición de uno de los puntos y disponer
todo cuanto pueda acontecer para el resto, de tal modo que dicho punto no pierda el
protagonismo. Los argumentos existen y son variados: que si tiene mayor población, unos
suelos agrícolas más rentables, un menor miedo al riesgo de sus habitantes. Y además, o
quizá por todo lo dicho, mayor poder político y mayores posibilidades de mantenerlo,
Aguantando, si fuera necesario, los pulsos correspondientes que pudieran
desencadenarse, dentro y fuera de las instituciones.
El juego de los contrapesos significa atender teóricamente las necesidades de varios
lugares a la vez para que, al no existir capacidad económica para subsanarlas todas, se
contrarresten entre ellas. Que se hace una propuesta seria sobre un asunto determinado,
pues se pone sobre la mesa otra también importante y se la reivindica. A ello ayuda el que
no exista un verdadero proyecto regional y sí proyectos bastante más locales. Si se
consigue el dos por uno bien está, pero si en el peor de los casos ninguno de los
proyectos progresara, también ganarían la partida los que aspiran a ser siempre
protagonistas, porque mantienen su papel de favoritos en el ranking y su diferencia, con el
resto, también.
Pongamos un ejemplo. Si por casualidad, al gobierno de Merida no le atrayera demasiado
la construcción de una nueva autovía entre Cáceres y Badajoz porque (argumenten) eso
permita que cualquier transporte de Madrid y Lisboa se realice por Cáceres y Plasencia
eludiendo la capital autonómica, y si el Ministerio de Fomento del Gobierno de España
tuviera ya mucho dinero comprometido en el nodo intermodal de Évora a Badajoz, entre
Portugal y España, estaríamos en una situación en la que la posibilidad de una autovía
Mérida-Valencia por Ciudad Real y las expectativas de una entre Moraleja y Castelo
Branco (Portugal), chocarían de plano en el tiempo con la ejecución de una carretera
rápida entre Cáceres y Badajoz, ésta última una vieja reivindicación provincial cacereña
desde hace años y años, y que tiene en su contra, además de lo dicho anteriormente, la
disponibilidad económica de dos países, España y Portugal, por no hablar de la propia de
la región extremeña, puesta de manifiesto cuando la traspasó al Gobierno Central.
Es posible que los dirigentes de un territorio autonómico sólo aspiren a que éste no se le
deshaga entre las manos por producirse unas desigualdades flagrantes en su seno que lo
incapaciten como tal. Pero también puede ser una gran miopía política, agudizada por
una verdadera falta de interés de los propios damnificados, cuyos miedos dan lugar a una
especie de inmovilismo de casa y sillón, profundamente desmotivador. La ausencia de
una verdadera masa crítica civil produce estas situaciones. Cualquier reivindicación, para
ser efectiva, precisa conocimiento del cómo transcurren políticamente determinados
asuntos, y aquí, lamentablemente parece no existir o desecharse