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“España es un planeta” reza el título de uno de los discos más sorprendentes de las formaciones musicales lideradas por Rai Martín Luengo que sabe mucho de hacer arte y poner títulos sorprendentes en un tiempo de meras etiquetas. Y España es un Planeta que nos hace comulgar con ruedas de molino y aun así, año tras año nos sorprende con la jugada maestra de tahúr tramposo que gana siempre y al que, sin embargo aplaudimos. Porque no ha habido nada más pactado que el contrabando de la raya y el Planeta, siendo los primeros más legales, porque una noche le tocaba pillar a unos cuantos lusos y la otra, a los mismos nacionales, ni pá ti ni pá mí en tiempos de posguerra y guardias civiles y guardiñas destinados a la raya a pastorear contrabando de café y carretes de hilo. La sorpresa, la magia, el original que descubre su autor en la apertura de la plica pasó a la historia cuando Lara convirtió el Planeta en una operación más lucrativa que contrabandear wolframio en tiempos de la guerra. El talento se paga y se pacta y aun así, todos asistimos a los postres de la cena del Planeta.

Cuentan que a Carmen Martín Gaite le puso el viejo Lara encima de la mesa un volumen con su nombre y la etiqueta de ganador y le dijo de malas maneras “Rellénalo”. Y relatan que la libérrima salmantina le respondió con un elegante quiebro de melena. Los premios contaminados ensucian las plumas y enturbian los renglones, aunque nada mejor para un autor que la difusión astronómica del Planeta y esa cantidad creciente de dineuros que borra cualquier consideración ética y estética. El éxito ahora es definitivamente la visibilidad, y en tiempos de grandes músicos, excelentes artistas, magníficos escritores que no salen de su coto provinciano, de su círculo pequeño, hallar la fórmula del reconocimiento masivo es algo más que una necesidad, es quimera y no reto ¿Cómo llegar pese a lo bueno de tu trabajo? España es un planeta y quizás lo sea del tamaño de los del Principito, donde solo cabe apenas uno y ha llegado a base de darle codazos al vecino.

Cuestión de oportunidad o de suerte, el éxito nos es esquivo en la provincia a pesar de vivir en la aldea global de internet y sus plataformas siderales y quien quiere despuntar en la música o el espectáculo debe ir a Madrid a cumplir el rito de la industria. Y la capital se descubre estimulante y agotadora, exigente y poderosa como una amante insaciable. El planeta capital es inhóspito y tiene mecanismos ocultos y sanguinarios, ni pá ti ni pá mí y uno se pregunta por qué nos preocupamos de una operación tan burda de mamoneo literario teniendo tantas y tan buenas editoriales medianas, pequeñas y hasta libertarias. Gentes que saben de hermosas constelaciones. Lo demás, que se lo dejen al más infértil de los planetas, allá donde no quería habitar nuestra estrella más hermosa.


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