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La lengua azul amenaza con arrasar el corazón ganadero de Extremadura

Juan Preciado para Digital Extremadura. Mérida, 5 de agosto de 2025.- En la penumbra seca de agosto, mientras el campo extremeño soporta las embestidas de un verano sin tregua, una sombra más grave se cierne sobre los pastos de la provincia de Badajoz: la lengua azul. Esta enfermedad vírica, que azota especialmente a la cabaña de ovino, se ha convertido en un quebradero de cabeza para los ganaderos, en una amenaza directa al sustento de cientos de familias y en una prueba de fuego para el músculo agrario de la región.

La organización APAG Extremadura Asaja ha dado la voz de alarma. La situación, aseguran, es crítica. Y lo es no solo por la expansión preocupante del virus, sino por las consecuencias que ya se están dejando sentir en las explotaciones situadas en el este de Badajoz, especialmente en las zonas fronterizas con Córdoba y Ciudad Real. Allí, en la línea difusa entre comunidades, los ganaderos ven caer sus animales a pesar de haber seguido las pautas de vacunación.

«Estamos asistiendo a un fenómeno desconcertante», explican desde APAG, «con casos de mortalidad incluso en explotaciones ya inmunizadas, y otras donde ni siquiera se han podido aplicar todos los serotipos de la vacuna». El desconcierto se mezcla con la impotencia. Y con una angustia creciente: la enfermedad avanza de este a oeste como si nada pudiera detenerla.

Una crisis dentro de otra

La lengua azul no solo mata ovejas. Asfixia un sector entero que ya se tambaleaba por otras causas: costes de producción desbocados, falta de relevo generacional, abandono institucional, competencia internacional desleal. Ahora, con esta crisis sanitaria sobrevenida, los ganaderos tienen la sensación de estar en medio de una tormenta perfecta. «Es un golpe mortal para muchas comarcas», alertan, «un zarpazo al frágil equilibrio del mundo rural extremeño».

Desde la organización agraria se exige a las administraciones algo más que palabras de consuelo. Reclaman indemnizaciones urgentes por la pérdida de animales y por el lucro cesante que las explotaciones están sufriendo. Piden además un censo actualizado de las granjas afectadas y un estudio científico que explique por qué el virus está golpeando con tanta virulencia incluso en explotaciones teóricamente protegidas.

«Queremos saber qué está fallando», insisten. Y lo quieren saber rápido, antes de que el mapa de la región se tiña de luto ganadero.

La ganadería, último bastión rural

En muchas zonas del este extremeño, la ganadería ovina no es solo una actividad económica, es la columna vertebral de una forma de vida. Mantiene abiertas las escuelas, las tiendas, los bares. Da sentido a pueblos enteros. «Los profesionales del ovino llevan años aguantando el envite, apostando por la sostenibilidad, por la calidad del producto, por el relevo», recuerda APAG. “No podemos permitir que una crisis como esta lo borre todo sin más”.

La organización agraria ha sido clara: no van a dejar solos a los ganaderos. Si las administraciones no actúan con rapidez, si no llegan ayudas inmediatas, si no se investiga con rigor, si no se indemniza con justicia, el campo se levantará. Y no será con pancartas, sino con rabia y razón.