Existen evidencias científicas y voces muy potentes explicando que se aprende más y mejor escribiendo a mano y leyendo en papel, que con la pantalla del ordenador. El informe Pisa dice que los alumnos de 15 años lectores en papel mejoran su comprensión lectora tres veces más que aquellos que sólo leen libros digitales.
Este es un tema que me interesa, el cómo la utilización de los ordenadores desde edad muy temprana ha podido producir una debilidad en nuestros chicos en formación, a la hora de adquirir las estrategias para alcanzar verdaderos conocimientos. Dado que de las ventajas de su uso se ha hablado largo y tendido es hora de tratar sobre sus inconvenientes en la educación de niños y jóvenes.
Soy enemiga de los extremos, nunca un método formativo debe excluir a los demás. Lo sabe cualquier educador medianamente avezado y conocedor del oficio. De la misma manera que la escuela no puede ser siempre la protagonista en materia educativa y de instrucción (entre otros motivos porque ni puede ni está preparada), tampoco un buen manejo de los ordenadores garantiza la construcción de un pensamiento complejo que permita al alumno hacerse preguntas y desarrollar todas sus facultades al servicio de una preparación para la vida, que al fin y al cabo es de lo que se trata.
En el caso de lo digital, posiblemente se haya ido demasiado lejos a la hora de su utilización en la escuela, en los institutos y hasta en la enseñanza universitaria. De sus posibilidades como herramienta no hay nada que decir, pues se sabe de ello con amplitud; sin embargo, de los riesgos de incapacitación que su uso indiscriminado pudieran acarrear, para la adquisición de otras cualidades en la persona, debiera hablarse largo y tendido. Para analizar reflexivamente los pros y contras.
Se están dando pasos al respecto. Últimamente, algunos centros formativos imponen a sus alumnos el no uso de los teléfonos móviles en su tiempo de instrucción. La medida (muy contestada al principio) está demostrando, según los informes realizados, que los estudiantes han ganado en capacidad de atención, en interés por las disciplinas, en curiosidad por ciertos temas y hasta en memoria. Es como si la mente, de la misma manera que le ocurre al cuerpo, obligada a reaccionar y a esforzarse, extrajese de su propia fortaleza la fuerza y el impulso necesario para subsistir y poder actuar mejor.
Naturalmente que no se puede negar la importancia que en nuestras vidas tienen los algoritmos y los ordenadores. En esta sociedad, en extremo compleja en número de acciones y de datos, sería imposible gestionar algunos asuntos con eficacia, si las máquinas no existieran. Nunca se puede poner “puertas al campo”, eso es cierto, pero si la realidad revelase, cómo lo está haciendo cada día, que nuestros jóvenes han perdido vocabulario, interés por el descubrimiento, curiosidad por la instrucción, fatiga en el estudio y escaseces en el vocabulario y en el saber pensar con pensamiento crítico y evolucionado, por tener la absoluta e íntima convicción de que no necesitan esforzarse en ello, pues una máquina se lo hace, estaríamos asistiendo (ademas de formar muy deficitariamente a las nuevas generaciones) a una completa destrucción del corpus intelectual de toda una época y el de las que la precedieron, pues nadie será depositario (salvo las máquinas digitales y una muy distinguida élite de científicos e intelectuales) de esos contenidos. Tal como están las cosas tener hoy un título universitario no garantiza necesariamente ninguna prestancia, intelectualmente hablando.