Cerezas_EDIIMA20150529_0649_5

La Picota reina en el Jerte con cosecha récord y el sabor inconfundible de siempre

Por Paco de Borja | Jerte, 4 de agosto de 2025.- Este año, el Valle del Jerte no ha llorado por la lluvia. Al contrario: ha brindado con zumo dulce y crujiente, porque la campaña 2025 de la Denominación de Origen Protegida Cereza del Jerte ha sido, en palabras de su presidente, «muy positiva», y eso en clave frutal significa 1.300.000 kilos certificados de puro deleite.

El dato habla por sí solo, pero lo acompaña la melodía de un valle que ha vuelto a ver brillar su rubí más preciado: la picota, esa cereza sin rabito que no necesita abalorios para presumir de estirpe. Solo ella ha alcanzado el millón de kilos certificados, superando con creces las cifras de 2024, cuando las lluvias y las nubes arruinaron más de una ilusión.

“El cielo, por fin, nos ha sonreído”, resume José Antonio Tierno, presidente del Consejo Regulador, con tono de agricultor que conoce bien los caprichos del tiempo. “Este año no hemos tenido pérdidas significativas; la climatología ha sido aliada y no enemiga”, añade, sin ocultar el alivio.

El sabor del norte extremeño

Quien haya probado una picota Ambrunés crujiente y carnosa o una cereza Lapins con su piel tensa, sabe que en este valle no se cultivan frutas: se cultivan leyendas. “Solo las mejores llegan al consumidor”, recuerda Tierno, señalando la importancia de la contraetiqueta como pasaporte oficial a la excelencia.

De hecho, aunque el calibre se ha visto algo reducido por el calor inusual, el sabor ha sido “dulce, sabroso y potente, con esa textura que estalla en boca y hace sonreír incluso al más escéptico”, según el equipo técnico de la D.O.P.

Lapins y compañía: nuevas variedades con sabor a futuro

Una de las grandes novedades ha sido la incorporación de tres nuevas variedades a la lista certificada: Burlat, Van y Lapins, que permiten alargar la campaña y asegurar presencia en los mercados más allá de la cosecha tradicional. La variedad Lapins, por ejemplo, ha sido protagonista indiscutible: representa ya entre un 30 y un 40% del total de producción certificada.

“No solo ganamos en volumen, sino en visibilidad”, explica Tierno. “El consumidor ha podido conocer mejor las diferencias entre cereza y picota, y elegir con más criterio lo que quiere llevarse a casa: si prefiere el mordisco clásico con rabito o el sabor denso y sin concesiones de nuestras picotas”, añade.

Un valle que no se rinde

El Consejo Regulador, tras más de tres décadas de historia, no solo certifica frutas: defiende un paisaje, una forma de vida, y una marca que ha resistido lluvias, sequías y mercados imprevisibles. “La D.O.P Cereza del Jerte no es solo una etiqueta; es el compromiso con un territorio que da lo mejor de sí cuando el clima y el esfuerzo humano van de la mano”, concluye el presidente.

Este año, el Jerte vuelve a ser un valle en flor, no ya por sus cerezos en abril, sino por el fruto maduro que en julio y agosto corona mesas, mercados y exportaciones. Y es que cuando una picota cae del árbol con elegancia y sin ayuda, sabe que ha nacido para reinar.