R. DEx, 11 de marzo de 2025.- La activación de la fase de emergencia del Plan Especial de Protección Civil de Riesgo de Inundaciones (Inuncaex) en situación operativa 0 ha encendido las alertas en toda la región. Aunque la activación no implica una intervención total, sí pone a prueba la capacidad de respuesta de los servicios de emergencia, que trabajan para mitigar el impacto en la población y el entorno.
La preocupación es palpable en municipios como Coria y Moraleja, donde la cuenca del Tajo amenaza con desbordarse debido al desembalse de 550 metros cúbicos por segundo desde el embalse de Rosarito. Los vecinos observan el cauce con el temor de quienes han visto antes cómo el agua se adueña de calles y campos. «Cada vez que llueve con fuerza, el río nos recuerda su poder. Vivimos pendientes del nivel del agua y de los avisos de las autoridades», cuenta un residente de Moraleja.
La Junta de Extremadura, a través de la red SPIDA y las Confederaciones Hidrográficas del Tajo y el Guadiana, monitoriza minuto a minuto la evolución del caudal, mientras los equipos de emergencia se preparan para actuar en caso de que la situación empeore. «Nuestro trabajo es adelantarnos al problema. Sabemos que la naturaleza no espera, así que nosotros tampoco podemos hacerlo», afirma un voluntario de Protección Civil.
Más allá de la alerta inmediata, la amenaza de inundaciones reabre el debate sobre la gestión del agua en Extremadura. Para muchas familias que viven en zonas de riesgo, cada crecida es un recordatorio de la vulnerabilidad en la que se encuentran. «No es solo cuestión de prevenir cuando llega el agua, sino de mejorar la infraestructura y los protocolos para que estos momentos no se conviertan en tragedias», señala un agricultor afectado por las últimas crecidas del Guadiana.
.