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El ser humano tiene la necesidad de sentir que aporta o que deja un legado en su vida. Que vivir tiene sentido y que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor o más habitable.

En ocasiones, cuando planteas a una persona la pregunta: ¿qué te gustaría que se dijese de ti el día de tu entierro? Muchas personas no saben qué contestar, pero sí que dicen que el camino que están siguiendo en ese momento, o lo que han hecho de aquí para atrás, no haría justicia al tipo de persona que ellos querrían que se recordase. Responder a preguntas poco habituales, a veces, nos hace cuestionarnos si realmente estamos viviendo nuestra vida CON SENTIDO.

En nuestro fuero interno, sentimos que nos gustaría dejar un legado, a nuestro entorno más cercano. Queremos sentir que nuestra existencia está dirigida por un PARA QUÉ.

El viernes tarde, fue un momento de conversación profunda con una maravillosa mujer que la vida ha puesto en mi camino. Ella, al hablar de su vida, me hablaba con profundo orgullo de su hija. Ésta, tras estudiar la carrera de medicina, había empezado a investigar sobre una enfermedad que, tristemente, tiene cada vez más incidencia en la población femenina, y que está siendo poco investigada. Me decía: “Mira, mi hija me acaba de enviar un mensaje en el que me dice que ya ha dado el alta a una segunda paciente que padecía esta terrible enfermedad. Investiga un tratamiento que abre vías para la curación. Y está realmente apasionada por lo que hace y le mueve poder aportar soluciones al mundo, desde la medicina, desde su dedicación y su verdadera vocación como médico”.

Esas palabras resonaron en mí.

Debido a su gran valía como persona y profesional, le han llegado ofertas muy atractivas económicamente, para dedicarse a otra área de la medicina, pero ella las había rechazado siendo fiel a su sentir y a su sentido de misión, seguir cerca de quienes en este momento más lo estaban necesitando.

Cuando en la vida tienes claros tus “para qués” y tienes un sentido de misión, algunos aspectos materiales, o más accesorios, que la “sociedad” nos presenta como imprescindibles, se empiezan a ver como superfluos o prescindibles.

Cada uno, desde nuestro lugar en la vida, tenemos una misión, tenemos un objetivo último que va guiando nuestras decisiones y nuestro hacer en el día a día. Para descubrir, ¿para qué estoy aquí? tengo que pararme a reflexionar, a abrir ventanas en mí interior e intentar descubrir qué hay dentro de mí, qué estoy honrando a diario, y qué aspectos estoy dejando olvidados y sin permitirme mirar y ver. Aprender a vivir de manera consciente me ayudará a darme cuenta de hacia dónde me conduce la vida que estoy decidiendo vivir.

Si te apetece descubrir o reflexionar sobre tu misión, te invito a que te hagas alguna de estas preguntas:

¿Es mi vida tal y como la quiero vivir?

¿Estoy haciendo lo que quiero?

¿Siento que lo que hago resuena dentro de mi?

Si hoy dejara de hacer lo que hago ¿sentiría que pierdo una parte importante de mi Ser?

¿Hay algo que me gustaría encarar y lo vengo postergando hace años?

¿Me rodeo de personas que apoyan esa misión?

¿Cuál es el impacto que quiero crear en el mundo?

Te dejo unas frases para la reflexión:

“La vida es bella vívela, la vida es arte contémplala, la vida es misterio descúbrela”. Madre Teresa de Calcuta

“Si no se tomara la vida como una misión, dejaría de ser vida para convertirse en infierno.” Tolstoi

Macarena Muñoz Gómez

Coach, Consultora y formadora 

Experta en Comunicación Interpersonal y gestión emocional

Socia Directora de TALENTIA.

www.grupotalentia.com

 


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