La plantilla reclama una reunión “urgente” para frenar el cierre previsto y advierte del impacto social y económico en Campo Arañuelo
R. DEx, 10 de septiemrbe de 2025.- La Central Nuclear de Almaraz vuelve a ser noticia, no por incidentes técnicos ni auditorías internacionales, sino por la angustia de quienes cada día la mantienen en marcha. El comité de empresa ha enviado una carta a la ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, exigiendo un encuentro inmediato para hablar claro sobre el futuro de la planta y sobre lo que consideran una cuenta atrás injusta: el cierre programado para noviembre de 2027 y octubre de 2028.
La sombra del calendario
Los representantes sindicales recuerdan que, si nadie mueve ficha, en marzo de 2026 la decisión se volverá “irreversible”. Una fecha que suena a sentencia para más de 4.000 empleos directos e indirectos, familias enteras y un territorio —Campo Arañuelo— que lleva más de cuatro décadas respirando gracias al motor económico que supone la central.
Motor económico y referente en seguridad
El comité insiste en que Almaraz no es un dinosaurio obsoleto, sino un referente internacional en seguridad y buenas prácticas, gracias a una inversión constante de 50 millones anuales en modernización. Subrayan la altísima cualificación de la plantilla y el relevo generacional en marcha, un detalle clave que garantiza la transmisión del conocimiento técnico y la seguridad operativa.
El grito de una comarca
En el trasfondo no solo está el debate energético nacional, sino la vida de una comarca que teme quedarse vacía de empleo, de juventud y de futuro. Campo Arañuelo vuelve a levantar la voz: cerrar Almaraz, dicen, sería amputar el corazón de una tierra que ya bastante tiene con lidiar con la despoblación.
Lupa DEx
El cierre de Almaraz es un debate que mezcla política, ecologismo, economía y pura supervivencia de un territorio. Lo fácil es despachar el asunto con discursos verdes desde los despachos de Madrid; lo difícil, mirar a los ojos a los trabajadores y explicarles cómo se va a sostener Campo Arañuelo sin su principal fuente de vida.
En Extremadura sabemos bien lo que significa perder trenes, industrias y oportunidades. No se trata solo de energía nuclear o de transición ecológica, sino de qué alternativas reales se ponen sobre la mesa. ¿Habrá un plan sólido de reindustrialización, o todo quedará en promesas vacías?
La comarca no pide eternidad para Almaraz, pide futuro. Y en este tablero, el Gobierno y la Junta tienen la obligación de hablar menos de calendarios y más de certezas. Porque lo que está en juego no son cifras, son familias, comarcas y una Extremadura que ya no resiste más amputaciones.