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Cuando Miguel Rios grabó su álbum Rock and Ríos en directo, en el Pabellón de
Deportes del Real Madrid, era marzo de 1982 y algunos éramos muy jóvenes. Constituyó
todo un hito, no sólo en el ámbito musical por haber vendido 450.000 copias y ser una
muestra vigorosa del rock español y latino, sino también por la gira multitudinaria por todo
el país a la que dio lugar y que se transformaría en una celebración de la nuevamente
inaugurada democracia española: “vuestro impulso nos hará seres eléctricos…que larga
ha sido la marcha…” España entonces estaba muy alegre.

Hoy, nuestro país no es el mismo. Aunque ocurran en él cosas muy divertidas. Una de
ellas es la transigencia (puesto que lo aceptamos) con que los gobiernos y la oposición,
los formen gente no preparada, unos para gobernar y otros para oponerse. Obligados
unos y otros, con desigual fortuna, a hacer malabares a diario buscando resolver las
situaciones problemáticas que se presenten. Algo parecido a lo que sucede, en otro orden
de cosas, según me explica con asombro un médico amigo, con el desfile constante de
jóvenes madres primerizas por las Urgencias del Hospital ante minúsculos síntomas de
malestar de su bebé. Y la reincidencia de algunas. Por pura inseguridad.

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Hay quien dice que todo es el reflejo de una profunda inmadurez, producto de la
educación últimamente recibida, educación que prepara escasamente para manejar
frustraciones y resolver situaciones problemáticas. Según esto, ni la familia ni el sistema
educativo estarían cumpliendo con sus obligaciones ante las necesidades del mundo real,
una de las cuales es el instruir a los futuros electores dentro de una democracia. No para
alinearlos en el sentido del voto, pero si buscando que profundicen en el sentido profundo
del mismo, con verdadero juicio crítico y un buen conocimiento científico de cómo
funciona la ley electoral, manifiestamente mejorable.

Supongo que lo que ocurre tiene mucho que ver con la oferta y la banalización. La
primera es generosa en los discursos y la diversificación; la segunda, es bastante
irremediable pues se ha convertido en una vía por la que algunos y algunas asoman sus
cabezas, algo que sin ella no habrían podido hacer, con lo bien que les viene. En una
etapa de contratos basura, de utensilios (incluidas las personas) de usar y tirar, de piezas
con un tiempo de vida limitado, sigue funcionando, como una forma de enganchar al
cándido elector, la treta del cambiar algo para que todo siga igual, usando el reclamo
aparentemente democratizador de la igualación por abajo. Ya puede la escuela seguir
transmitiendo dogmas, que ya se encargará la realidad de desbaratar sus planes y
sustituirlos por situaciones imprevistas, en un mundo que, más allá de nuestras pequeñas
ciudades provincianas, se ha vuelto complejísimo para manejar.


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