Como lo mediano es de lo que más abunda, encontramos lo mediano por todas partes. Fíjense que no utilizo el término mediocre porque no es exactamente lo mismo. Mediocre ocupa un escalón más bajo y tiene un cierto aspecto despectivo, como de insulto, aunque sin faltar.
Hay regiones que parecen siempre conformarse con lo mediano. En todo. Cuando tienen la ocasión de hacer algo nuevo, porque algunos de sus habitantes han atisbado el mundo de un poco más allá, y se afanan por importar algunas de sus mejoras, se desatan los demonios interiores, fracasa el entendimiento, lo nuevo colisiona con lo de siempre y se acaba organizando lo más fácil, lo más visto, lo común.
Tiene que ver con la costumbre. La costumbre de no desentonar con lo ya conocido, con lo simple de lo muy concreto, tan visible para propios y extraños. Experimentar algo nuevo exige un cambio de pensamiento, una apertura en el proceso de crear, un debate sobre si merece la pena innovar o no. En una región como esta, no rica, las tradiciones (también las culturales) tienen mucho peso en la vida diaria de sus gentes. Y los votos. En algunos lugares del escalafón sin votos no se es nadie. Es por eso, por lo que algunas acciones y los sujetos que las ordenan dan vueltas y vueltas sobre si mismos, aunque se aburran.
La pregunta del millón siempre es idéntica. ¿Fue primero el huevo o la gallina? ¿Hay que modelar nuevas conductas y proyectos para enseñar educando a los habitantes de un lugar en otras formas culturales y otra forma de ver la vida, aún con el riesgo de que al principio no se entiendan? O por el contrario, ¿se deben construir, continuamente, los mismos proyectos, idénticos a sí mismos para ser comprendidos? ¿para no enfadar a quienes, habiendo visionado otros similares, quieren más de lo mismo? Para optar por lo primero se necesita una élite que haga proselitismo a favor de la opción. Alguien comprometido con el deseo de un futuro verdadero para esta tierra,. Y eso, hoy, por hoy no existe, o está muy escondido y solo disponible en circuitos minoritarios, cuyos miembros, hallándose muy a gusto relacionándose solo entre sí, no aspiran a más, no distribuyen, ni comparten.
La clase política no ayuda. Salvo excepciones, ha caído en una medianía (siendo generosos en el calificativo) alarmante. Está compuesta por hombres y mujeres elegidos en razón del lugar que ocupan, en un momento determinado, dentro de las estrategias de un partido y no por sus conocimientos culturales o por disponer de agenda en los mejores circuitos y lobbys del momento. Tampoco hay dinero para gastar a manos llenas, y el que existe se disgrega, invirtiéndose según las consejas de gurús demasiado cercanos, así mismos tocados por el aire común, generalmente sin excelencia.
Combinar lo que hay con lo importado de fuera exige un manejo inteligente de los proyectos y de las personas involucradas. También de los tiempos. Los técnicos aunque tengan un papel determinante, no debieran ser los únicos en decidir. El acceso de las personas procedentes de la periferia provincial a las responsabilidades políticas, como forma de entender el progreso de una provincia, lejos de ayudar en la mejora de la agenda de una región, ha traído demasiadas veces solo la repetición consecutiva de los mismos actos, dilatada en el tiempo, pues lo nuevo a juicio de muchos recién llegados (10 o 15 años después) ya no lo es en absoluto. Lástima! La región sigue sin progresar.