Cartas norbanas
Las tres. La ciudad descansa plácidamente. “El cielo está estrellado y tiritan azules los astros a lo lejos”, ¡Ah, perdón! Eso es de Neruda. Bueno, hay paz y sosiego en las calles de Norba. De pronto, un garito, tugurio o “sala de conciertos”, da por concluida su jornada e invita a los presentes en el local a que abonen sus consumiciones y abandonen el mismo. Cuarenta o cincuentas nocherniegos, as, o es, que dicen los ridículos del inclusivo, salen a la calle y aquí te quiero ver, vecinito que descansas en los edificios de alrededor. La turba vociferante y estruendosa te chinga el sueño y el descanso. Eso es el pan de cada noche, de jueves a sábados desde hace cuarenta años, o más. Pero hay más.
La hez social, amiga de alcoholes y sustancias alucinógenas que deambula por los distintos “ lugares de conciertos” saben que al amanecer hay un local abierto donde pueden acudir, y acuden, a consumir cubatas y birras; y además es facilísimo adquirir el polvito blanco que esnifan por sus reales narices, delante de todo quisque.
Todo quisque soy yo, servidor y vecino del tugurio de marras, que bajo, la del alba será, a dar un paseo por Hernán Cortés con “Choc” y soy testigo de toda clase de sucesos de la más variada índole. Grupos de jóvenes que se chutan rayas como el que canta; parejas que se aman contra la pared. Unas veces son él y ella, y ha habido veces que fueron él y él. Peleas, sangre y lo más corriente: uno o dos tipos, que no habiendo ligado un carallo, se van a casa henchidos de frustración y rabia ¿Cómo descargar la amargura? Pateando los espejos retrovisores de los coches. A todo esto, basura por doquier y vasos rotos sembrando los aledaños del garito abierto.
Van cuarenta años. Gloria in excelsis Deo. Una vez un agente municipal al que expuse mis lamentaciones me dijo: “¿Sabe la solución? Váyase a vivir a otro sitio”. Le menté la madre y a cuatro generaciones de sus antepasados. ¿Denuncias? ¿Cuántas hemos enviado y nunca llegan a ninguna parte?
Ésta es Extremadura, comunidad autónoma tan cacareada, con sus políticos, su parlamento y su fervor patriótico pelorrizo y cateto. Cáceres y Badajoz, capital Mérida. Emerita Augusta, aquella de nuestros padres romanos, que si ellos vieran esta catinga, echarían mano a la “gladio” o al “puggio”. Esto es Cáceres, Norba Caesarina, donde se da una y mil veces la escandalera nocturna que no tiene fin y nos amarga la existencia. Extremadura, desde Baños de Montemayor a Monesterio. Bien, pues en un barrio de Norba, “La Madrila”, no hay modo de solucionar problema enquistado que tortura a unos resignados vecinos. Ni el PP, ni la PSOE, da igual. Ninguno ha puesto sordina a este desvarío. A la postre, acabará por tener razón el municipal. Habrá que irse. Gracias por ayudarnos, señores presidentes de Extremadura, ministros o consejeros plenipotenciarios, ediles, concejales, fuerzas del orden. Muy amables, muchas gracias. Que el cielo les, los, las confunda.