Querida Ari: Lo que nos temíamos va llegando. Lo están, poquito a poco, prohibiendo todo y nosotros a verlas venir. No hay peor circunstancia para la fuerza que la desunión, y aquí como cada uno tira para su interés, no hay modo de hacer un haz y atacar de frente. Antaño fue la avutarda, ahora la tórtola, ya se habla de la perdiz, en septiembre el lobo, y tiro porque me toca.
Ari, tú, al menos, viviste en tiempos decentes. Viste muchas veces abatir perdices, revolcar liebres y bajar raudas tortolitas. Lo de los conejitos, ya lo sé, eso quedó para atrás; pero bueno, no te fue mal. Y yo no me quejo, hermana; lo que pasa es que lo lamento profundamente por los que vienen detrás, que se van a perder delicias del monte y la caza nada más que porque a unos prohibicionistas se les ha metido en el cráneo la obsesión de que desaparezcamos los cazadores. Qué asco, cansancio y hartura del maldito “buenismo”. Cuánta hipocresía en esa mala hierba social que nace y crece de continuo en esta nuestra amada y desgraciada patria.
Otra cuestión: No sé qué hacer con el pequeño “Choc”: cada vez está peor. No obedece en absoluto. Sabe que su vida está a nuestro lado pero hace lo que le da la gana y su carácter es cada vez más pendenciero. A ver si llegan pronto los días de caza y se templa su ánimo o no sé qué puede pasar. Me da pena, porque a pesar de todo le he cogido cariño. Julio está a la vuelta de la esquina y con llegará el insoportable calor. ¿Recuerdas, Ari? Yo te llevaba hasta tu peluquera y te dejaba fresquita, para que aguantases mejor esos meses de calima. Ay, serán ceniza, mas tendrán sentido…
Hoy, Ari, se cometerá en España una ignominia más, y nos quedaremos con el amargor de los hechos, pero sin hacer nada. ¿Hasta cuándo?