En relación con el artículo ‘Hamburguesas: no son lo que parecen’, publicado recientemente por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en el que se asegura que las hamburguesas son, en términos generales, un producto de pobre calidad y que además en algunas de las muestras analizadas se detectó ADN de caballo, la Confederación Española de Detallistas de la Carne (CEDECARNE), ha emitido un comunicado en el que se manifiesta su disconformidad con el contenido de dicho informe, debido a su falta de rigor.
El contenido exacto de la respuesta dada por los detallistas de carne es el siguiente:
“CEDECARNE (Confederación Española de Detallistas de la Carne) manifiesta su disconformidad con el contenido del informe publicado por la OCU sobre Hamburguesas Envasadas, por su falta de rigor, que contribuye a crear una falsa alarma y una imagen distorsionada de este producto y del sector cárnico.
El sector cárnico es un sector ampliamente regulado por normativa tanto nacional como europea que garantiza la higiene y seguridad alimentaria de los productos cárnicos, trasladado en un etiquetado adecuado que aporta toda la información necesaria para que el consumidor pueda realizar sus elecciones de compra de forma razonada.
Las empresas del comercio minorista de la carne cumplen por lo tanto con todos los requisitos de esta legislación y aplican además los procedimientos de una guía de prácticas correctas de higiene en la elaboración de sus productos.
En el artículo se vierten opiniones totalmente subjetivas como alegar que el uso de sulfitos en el burger meat es una triquiñuela legal, cuando en primer lugar, el sulfito es un antioxidante de uso ampliamente extendido en un amplio abanico de productos alimentarios (platos preparados, vinos, frutas desecadas…) sin que por ello debamos pensar que se utiliza para enmascarar la mala calidad de estos alimentos como se afirma en el artículo, y en segundo lugar su uso está perfectamente regulado por normativa tanto a nivel de los productos en los que se puede utilizar, como en las cantidades máximas permitidas.
Por otra parte el sulfito siempre aparece en el etiquetado de cualquier alimento que lo contenga, precisamente por su carácter alergénico, al igual que ocurre con otros componentes como el huevo, la lactosa, el gluten, etc., si bien es cierto que la capacidad de generar alergia va a depender de cada sujeto y evidentemente de la dosis. En el caso de los sulfitos la dosis máxima que se puede añadir es de 450mg/kg., lo que para una hamburguesa de 100g. supondría una cantidad máxima permitida de 45mg. de sulfito, cantidad que difícilmente vamos a encontrar en alguno de estos productos. Es evidente que en cualquier caso, un alimento o un ingrediente ingerido en grandes cantidades va a causar los mismos efectos nocivos que el abuso de cualquier aditivo.
El consumidor tiene que ser consciente que para encontrar en el mercado productos perecederos con una mayor fecha de caducidad, adaptada a sus necesidades, es necesario hacer uso de la ayuda tecnológica que aportan los aditivos sin que ello suponga una menor calidad del producto o un riesgo para su salud. Ello sería como poner en duda a toda la industria alimentaria.
En cuanto al contenido en sal de las hamburguesas, no alcanzamos a entender con qué criterio objetivo establecen el valor de un 1% en sal como excesivo, cuando la FSA (Food Standard Agency) estableció entre sus objetivos a alcanzar para la reducción del contenido en sal en las hamburguesas en el año 2010, la cantidad de 1g de sal por 100g de producto, por lo que el valor del 1% entraría perfectamente en estos objetivos de consumo de sal. En cualquier caso, según las recomendaciones de la OMS el consumo diario de sal estaría en 5g, por lo que habría que comer seis hamburguesas al día de 100g cada una con este 1% de sal para superar esta cantidad.
Nuevamente el artículo induce a error al consumidor cuando da a entender que se utiliza carne de mala calidad en alusión al contenido en grasa. Un aspecto es la composición de la carne, que varía en función de las distintas piezas, y su contenido en grasa y otra cosa es afirmar que una carne con mayor contenido en grasa es de mala calidad. La mala calidad debería basarse en la alteración de los caracteres organolépticos de la carne y no en su contenido graso, como pretenden insinuar en el artículo.
No obstante, en relación con los parámetros utilizados en el artículo para definir la calidad de la carne, sería bueno conocer la metodología utilizada para la valoración de estos parámetros así como los resultados obtenidos para poder realizar una afirmación lo más objetiva posible.
Por otra parte en el comercio minorista de carne, comprometidos con la salud de nuestros consumidores, y después de un proceso de investigación previo, estamos trabajando en un proyecto a dos años que cuenta con el apoyo de la AESAN, para reducir el contenido en sal y grasa de nuestros derivados cárnicos frescos en un 10% y un 5% respectivamente, entre estos productos se encuentra la hamburguesa en todas sus variedades.
Desde CEDECARNE deseamos apelar a la responsabilidad de los medios para que contrasten previamente con los sectores afectados, cualquier noticia relacionada con los productos alimentarios, de especial sensibilidad para el consumidor; tratando siempre de ofrecer el mayor rigor para no crear una alarma innecesaria e injustificada en la sociedad, cuestionando en ocasiones sin la información de todas las partes implicadas,la profesionalidad de las empresas del sector cárnico en este caso, causando un gran perjuicio económico y social en el mismo”.