Crónica de una noche mágica donde los recuerdos fueron himnos y el aplauso, infinito
«La espera ha merecido la pena». Era el mensaje bordado en muchas camisetas, pero también en el alma de quienes ocuparon hasta la última grada del Teatro Romano de Mérida este pasado sábado. El dúo Pecos no solo llenó el enclave bimilenario: lo convirtió en una máquina del tiempo con destino directo al corazón de una generación que nunca dejó de cantar.
Rómulo Peñalver, Mérida, 22 de junio de 2025.- Pedro y Javier Herrero, los hermanos que revolucionaron la música melódica juvenil a finales de los 70, aparecieron sobre las piedras milenarias de Mérida como si los años se hubieran detenido en aquel primer LP de 1978. “Esperamos que nuestras canciones os hagan recordar buenos y bonitos momentos de vuestras vidas”, dijeron al inicio. Y vaya si lo hicieron.
El repertorio fue un paseo por la memoria sentimental de varias décadas. Himnos como Un manantial de ternura, Señor o Canción para Pilar surgieron como estampas de un álbum compartido por miles de espectadores. Pero si hubo un momento de comunión absoluta fue cuando sonó Háblame de ti: la grada entera en pie, las gargantas rotas de emoción, los ojos empañados de quienes, alguna vez, escribieron cartas de amor inspirados por aquella canción.
Un “Pre-Show” con acento en los ochenta
Antes del concierto, el DJ Romey se encargó de calentar los motores con un set nostálgico que incluyó temas de Tino Casal, Alaska y Dinarama o Camilo Sesto. Fue el anticipo perfecto para lo que vendría: una noche en la que el pasado no pesó, sino que voló alto, muy alto.
El público no fue solo testigo, sino protagonista: cantó, bailó, ovacionó. El clamor de “¡Pecos, Pecos!” se repitió varias veces durante la noche, en una muestra de afecto y fidelidad pocas veces vista. Más que un concierto, fue un reencuentro colectivo con esa parte de nosotros que creíamos dormida.
Segunda función: más que un bis, un regalo
Este domingo, el Stone&Music Festival repite milagro. Las entradas están de nuevo agotadas, y se espera otro lleno absoluto. Porque sí, “45 años no son nada” cuando lo que se canta está cosido a la piel. Porque Pecos no han regresado: simplemente, nunca se fueron.
En tiempos de música líquida, Pecos demostraron que la fidelidad es un vinilo que nunca se raya. Que no hace falta una escenografía faraónica para emocionar, sino un puñado de canciones con alma. Y que hay conciertos que no solo se escuchan: se viven con los poros, se lloran con alegría.
Mérida fue, por una noche (y será por dos), la capital de los recuerdos que nunca caducan. Y eso, ni el tiempo ni la industria lo pueden borrar.
Imagen: Stone&Music Festival
Producción: Stone&Music Festival 2025