PROCLAMAS ESCUETAS Y ACCIONES RESUELTAS

Mientras, ellos quedaban al cuidado de una empleada de hogar contratada a tiempo
completo; la profesión del padre no le permitía (a él) atenderlos. Muchas veces me contó
(ella) que nunca permitió a su pareja (ni siquiera) tender la ropa pues (de haberlo visto)
podrían haber surgido maledicencias entre vecinos e hipotéticos clientes.

De mis colegas, todas han podido guardar para el recuerdo sus andanzas cuando hubo
que compatibilizar casa y trabajo, estudio y familia, parto de hijos y cuidado de los
mismos. Los sábados por la mañana algunas mujeres opositoras nos íbamos a trabajar al
centro y allí nos contábamos nuestras cuitas. Una de ellas, simpática al por mayor,
buscaba alumnas, estudiantes de confianza, que se hicieran cargo de sus hijos por horas.
A veces no podían unas y venían otras, así que su marido hacía chistes sobre ello: “ Ya
está P. con sus ‘mariachis’ “ (comentaba) y ambos reían, él (claro está) un poco más alto
y despreocupado pues la solución la buscaba ella.

En mi caso, mi marido se iba con nuestro hijo al cine, de esos años viene el conocimiento
de cuanta película infantil se estrenaba y el tarareo incesante de todas las canciones
compañeras. A mi me gustó siempre estudiar en la cocina, sobre la gran mesa con
papeles desparramados por todos los sitios. Aún ahora me siento en ella para leer un
libro, pintarme las uñas o reflexionar. Tienen los espacios sus propios ambientes y
connotaciones y arropan al espíritu de cada cuál según cada cuál lo acepte o sea.
Aún entre las gentes de nuestro parecer y pensar, el que las mujeres trabajaremos con
tanto tesón se veía entonces con mirada amable pero extrañada. “Los hombres estamos
de enhorabuena (me dijo un día el listo del departamento), seguís haciendo las labores
que se os supone debéis hacer, y encima traéis un sueldo a casa”. Y yo fui consciente de
la ironía, pero no me arredré. A fin de cuentas era lo mismo que lamentaba mi madre:
“Hija, hija, te hemos criado como una flor perfecta y ahora vives peor que yo misma..”
Porque era cierto que fui una niña muy querida. Porque era cierto que siempre me he
“complicado” de alguna forma la existencia.

De tanto en tanto dábamos un paso más, así como quien no quiere la cosa entrábamos a
formar parte de un “club” de hombres cualquiera, hablábamos con ellos de igual a igual,
competíamos para ganarles y lo hicimos, y hasta los lideramos sin ruido, sin hacer gala de
ofensas de clase o género reales o ficticias. Algunos no nos lo perdonaron, pero otros (la
mayoría) lo entendió perfectamente y hasta nos ayudó acompañándonos y lo que
empezara siendo una entelequia se hizo normal y acostumbrado. Las proclamas que
lanzamos fueron escuetas, pero el carácter indomable se fajó sin titubeos, porque el
objetivo era nítido y el convencímiento de nuestra razón, innegable.