Digital Extremadura
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Ahora que nos estamos cuestionando frecuentemente
nuestro sistema sanitario,me viene a la memoria un triste y llamativo
caso,ocurrido hace años,que bien podría servir para reflexionar sobre
este conflictivo y necesario asunto.que nos afecta a casi todos por igual,
digo a casi todos,porque a los ricos este problema no les afecta.

Se les pone enfermo un hijo, lo llevan a la clínica Universitaria de Pamplona
y punto.

Y si resulta que lo del hijo es más grave de lo esperado,pues cogen un avión
y se plantan en Houston.

Pero yo no vengo aquí a hablar de los ricos,sino de la gente común,de
la gente normal,como usted y yo.

Siempre que se produce un cambio de Gobierno las clases más desfavorecidas
muestran una mayor preocupación por el funcionamiento de la sanidad,es decir por
como les va a repercutir en sus bolsillos si tienen la desgracia de
caer enfermos.

Y hacen muy bien en preocuparse,no sea que les ocurra algo parecido,a lo que le
ocurrió al gran poeta ruso Bulat Okudzhava.Pues resulta que el poeta se trasladó
a Estados Unidos con el propósito de impartir conferencias y disfrutar de las
comodidades de Occidente después de una vida llena de penurias en su
Rusia natal.

Según afirmaron quienes le conocieron,desembarcó en los USA como un niño
que va por vez primera al circo.

Su tarea consistía en explicar a los norteamericanos los pormenores de la Perestroika y de la Glasnot y lo hizo espléndidamente,Pronto se ganó las simpatias del público muy receptivo a todo lo que provenía del antes llamado Imperio del Mal o del Telón de Acero.
Pero Bulat Okudzhava cayó repentinamente enfermo y tuvo que ser
intervenido a corazón abierto en un hospital de los Ángeles. Por fortuna, los
médicos hicieron un buen rabajo y el poeta se recuperó.Con una ingenuidad casi
infantil se dispuso a regresar a su país en la certeza de que la
sanidad norteamericana era como la soviética,gratuita y a cargo del estado.
Su sorpresa fue mayúscula cuando le presentaron una factura de
50.000 dólares que él,obviamente no podía pagar. Sus amigos hicieron colectas,se pusieron
en contacto con intelectuales estadounidenses y recaudaron una suma importante,
pero insuficiente para afrontar el sideral gasto.Por consiguiente el
poeta no pudo salir de los Estado Unidos hasta que no pagó en su totalidad lo que
debía al hospital.

Si la férrea dictadura estalinista retuvo a este hombre en los confines de la Unión Soviética,la implacable mano de hierro del dinero, es la que le mantuvo encerrado en el apartamento de un amigo,a la espera de que la caridad ajena lograra rescatarlo.Contaban que su desencanto respecto a las virtudes del capitalismo, equivale al que podría sentir un niño al contemplar en el circo,que los leones no tienen dientes o que los equilibristas son incapaces de sostenerse en el cable.

La moraleja de esta triste historia,tan real como la vida misma, se la dejo a ustedes.


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