Paco de Borja, 20 de diciembre de 2025.
Hay días en los que la democracia parece un viejo bar de carretera: la puerta chirría, el camarero mira de reojo y el café sabe a noche en vela. Y sin embargo, seguimos entrando, pagando, votando, creyendo. Porque no hacerlo sería renunciar a ese pellizco de ilusión que aún nos queda, aunque el panorama —tan crispado, tan lleno de ruido— invite más al exilio interior que a la esperanza.
Hoy Extremadura se acomoda en esa víspera de vértigo. María Guardiola se encomienda a la patrona, quizá esperando que los santos hagan lo que no han hecho los asesores. Miguel Ángel Gallardo, fiel a la metáfora terrenal, se baja a las aceitunas como quien recoge certezas antes de que hablen las urnas. Óscar Fernández se refugia en el fútbol de su hijo, porque nada cura mejor un país roto que mirar cómo un niño marca un gol sin saber que gobierna el caos. E Irene de Miguel se pierde entre el campo, familia y amigos, quizá buscando la serenidad que la política dejó en un cajón hace tiempo.
Y mientras ellos se retratan en su naturalidad prefabricada, nosotros —los que votamos, los que dudamos, los que vamos y venimos con el alma en un puño— intentamos entender qué diablos nos pasa. Si es miedo o cansancio. Si es furia o decepción. Si la política polarizada nos está volviendo habitantes de una frontera que no pedimos.
Serrat diría que caminemos despacio, que miremos bien dónde pisamos, que no todo está perdido si aún queda una canción que nos sobreviva. Galeano susurraría que las urnas también sueñan, que cada voto es un pequeño acto de desobediencia contra el desencanto. Y desde algún rincón del cielo, Robe se reiría en bajito, con esa ironía de quien sabe que este mundo es un escenario inmenso, lleno de acordes desafinados que aún pueden arreglarse si alguien se atreve a tocar el siguiente compás.
Extremadura llega al 21D con la respiración contenida. Expectación máxima, nervios afilados, ambiente denso. El futuro cabe en un sobre que mañana será papel viejo y pasado mañana, destino. Y ahí estaremos todos, con la esperanza intacta o maltrecha, pero nuestra.
Las urnas, como los versos, siempre arden. Y a veces queman. Pero, ojo, también iluminan.
Vamos que nos vamos,, que mañana puede ser una gran día… o no, nosotros decidimos, of course…






