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La Corona ha ejercido el mandato moderador que le otorga la Constitución que no es un poder y menos poder político, ni un ejercicio de gobierno, sino una facultad de intervención en momentos de máxima dificultad que puede ejercer en defensa del ordenamiento legal, la libertad y la democracia de todos los españoles y de su soberanía, única e indivisible. La Corona lo ha ejercido dos veces en esta etapa de la historia del Reino y las dos veces cuando desde instituciones consagradas en la carta Magna se ha intentado conculcar la misma, primero desde la institución militar en 1981 y en segundo lugar desde la Generalidad de Cataluña en 2017.

Su Majestad el Rey en ambos casos interviene en una situación límite, en defensa del mandato constitucional y amparando la soberanía de los ciudadanos y el marco legal que los políticos han dado a estos en 40 años de democracia, ello resumido en la defensa de la unidad del Reino de España que da ser a la soberanía citada por una parte, a la Constitución que la regula y a la Corona en si mismo, pues sin España, ninguna de las tres cosas tiene sentido. El Rey interviene legítimamente amparado en la Primera Ley, votada por millones de españoles, que tiene un mecanismo de reforma para poder terminar con su facultad que nadie ha podido ejercer por falta de votos suficientes para ello en estos años. No se explica como consecuencia de lo anterior el intento de descalificación política de su mensaje que no es político o de su facultad democrática para lanzarlo por parte de los que son incapaces democráticamente de conseguir los apoyos para invertir el supremo orden desde la Ley que lo regula y menos las faltas de respeto que son deleznables, pues nada tiene que ver la legítima defensa de la idoneidad de otra forma de Estado con la necesidad de respeto a la que nos hemos dado en democracia, aun cuando desde una posición minoritaria se prefiera otra. El respeto a la norma democrática y a su trámite de reforma es un valor supremo.

Y es ese el asunto nuclear de lo que vivimos, una minoría totalitaria, invocando falsa y perversamente la libertad y la democracia, pretende imponer su voluntad política a todos los españoles sin pasar por las urnas, las de verdad y no la de remedos que son idénticos al de 1938 en Austria organizado por los Nacionalsocialistas para fundamentar su anexión por Alemania. Quiere con algaradas, propaganda, posiciones de fuerza y la imposición de mentiras cien veces contadas para que parezcan verdad, llegar al poder para transformar la realidad política de España sin tener los votos suficientes para ello. Son elementos radicales en su pensamiento ideológico, lejanos de la libertad y totalitarios en sus expresiones que se creen cargados de una superioridad moral de su pensamiento y supremacistas en sus posiciones, que hacen de cualquier otra forma de entender la realidad política, social y económica de un país papel mojado pues enfermizamente se creen en el valor de la verdad absoluta.

Por todo ello la Corona ha hecho un llamamiento a la defensa de los valores constitucionales, de la libertad y la democracia de todos, alzando una bandera – Constitución y Democracia – donde cabemos todos y de todas las ideologías, incluso aquellos que pretendan modificar sus reglas pero que lo pretendan con la Ley y desde la Ley. Al resto a los totalitarios comunistas y separatistas, faltones y matones hay que dejarlos al margen, aislarlos política y socialmente, desarmarlos intelectualmente y romper su falso y necio relato y discurso. El diálogo siempre en cartera pero antes de incumplir la Ley, antes de dinamitar la soberanía de todos, en ese marco – único posible –  nunca han querido ni quieren dialogar. Superado ese límite el diálogo sólo está para ver como se vuelve a la senda abandonada pero sin menos cabo de las responsabilidades contraídas ante la Ley y que quien intentó conculcarla acabe donde la Ley diga, con los atenuantes debidos si la rectificación es sincera. Ya les adelanto que no lo harán, en 1981 y en 2017 los golpistas y sus colaboradores políticos se creían y creen en posesión del mejor pensamiento y de la facultad totalitaria de imponerlo.

Habrá que actuar: o ellos dictadores o nosotros demócratas, ese es el dilema y ese es el reto que no  cabe duda superaremos otra vez con la ventaja del tiempo, pues ya no están presentes las proximidades y complejos del momento del siglo XX, ahora somos una democracia social y avanzada que puede ejercer sin pudor y con rigor la defensa de u ser y de su estar, que no lo duden todos estos discípulos de Joseph Goebbels, gentes de izquierdas, de centro, de derechas, trabajadores por cuenta ajena o emprendedores, mayores y pequeños, españoles de todo signo y condición repartidos por toda la geografía de nuestro Reino  TODOS DEMÓCRATAS Y CONSTITUCIONALISTAS, somos muchos más y tenemos suficientes recursos acabar política e institucionalmente con todos estos rufianes que nos quieren gobernar totalitariamente, eso que ya pasó en España otros 40 años, nunca volverá a pasar, nunca dejaremos que pase.

 


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