Chiste elecciones
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El mundo está lleno de gentes que saben “poner (muy bien) los puntos sobre las ies”. Ya saben: eso de “aclarar o especificar una cosa que permitía equívocos y evitar que haya malas interpretaciones”. Así que la Real Academia de la Lengua ha hecho lo propio y ha decidido que la tilde esté o no esté sobre algunas palabras, no siempre con sentido del todo claro, según apreciación de quien las escribe y para los casos en que importe recalcarlas. 

Yo soy de quienes creen que los acentos en el lenguaje común (y hasta en la vida) son importantes. Y ahora, que se acercan unas elecciones municipales y autonómicas, mucho más. De sus resultados (dicen) derivarán los de las generales. Es por eso el periodo anterior un tiempo de incertidumbres. Para todos.

El ciudadano normal no lo aprecia  -o le importa bien poco- distraído como está en sus asuntos particulares y en sus cuitas, pero los meses previos a cualquier comicio se parecen bastante al Adviento (la etapa anterior a la Navidad que la liturgia de la Iglesia católica entiende como una preparación para la llegada de Jesucristo). Los hipotéticos votantes, más o menos crecidos en la esperanza, según se desarrollen los esquemas y los contenidos. Eso sí, cualquier españolito metido a protagonista en estas lides, debe ser consciente de que, sí no desea ser barrido de la oferta, debe andarse con ojo y cuidar a sus padrinos tanto o más que a sus propias dotes mercantiles. Entrar en el espacio público, y continuar en él, tiene mucho de orgullo y de amor propio (porque soy bueno, porque me aprecian, porque tengo un valor en el mercado…). Descender o desaparecer significa, la mayoría de las veces, una especie de derrota propia que nadie quiere asumir.

A aquel que ha de confeccionar una lista le duele todos los días un ratito la cabeza. En pocas ocasiones tiene plena libertad de elección.

Una lista (si se hace bien) debe constituir -al menos en apariencia- todo un compendio de virtudes donde no quede nada al azar. Los mejores, las mujeres, los enchufados, la parte joven, el partido, aquellos que en las intrigas se quedaron afuera, las corrientes, los contrincantes internos…Ufff, créanme, el esfuerzo es grande. Constituye todo un encaje de bolillos la elaboración de un grupo de nombres, en su globalidad y en el cálculo de la posición de cada uno de los elementos.

Y luego están los que carecen de recambios para cambiar estratégicamente lo existente, o les dicen que no, o no se atreven a hacer modificaciones, no vaya a ser que se descoloque el equilibrio entre lo de aquí y lo de allá. Y los advenedizos. Que aparecen. No se sabe cómo. Pero lo hacen. Unas veces con más elegancia y coherencia que otras, pues nadie es perfecto. Regresan los que están fuera del mercado, porque se aburren y deciden participar en el convite. Y lo hacen, con quien sea, que eso da igual, simulando interés, bien pertrechados. Y llega la afición, resueltos a ser redentores en tierra inhóspita y golpeada con los rayos inmensos de la poquedad de unos y la inmensa avaricia de los otros. Y aquellos cuyo partido desaparece y rápidos cambian de siglas…porque ellos lo valen. Y los que están hartos de bregar y aspiran a una mejor jubilación. Y los….

Y como “muchos son los llegados y pocos los escogidos” (Mt 22:14), el español de a pie contempla estupefacto el paseíllo, tan falto de objetivos señalados. Y al contemplar ese ir y venir del cortejo no puede por menos de preguntarse qué pasa con la tierra que no sabe, que ocurre con las gentes que viven sobre ella, y su legado.


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