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Hay siempre un margen de aproximación subjetiva en cualquier crónica humana y por eso es necesario ser muy juicioso al analizar las opiniones descritas de quienes hoy ocupan el podio nacional, autonómico y local.

Siempre recuerdo el cuidado que yo intentaba imprimir a mi intervención en la Plaza, delante de la Virgen de la Montaña, el día que baja del Santuario y hace parada en las puertas del Ayuntamiento, antes de dirigirse a la Concatedral de Santa María. Muy consciente del cariño general del que goza y del fervor que los cacereños sienten por ella, siempre procuré que mi alocución pública no basculase hacia ningún extremo, ni cayese en la mojigatería. Con respeto.

Pues bien, en los cuatro años creí no haberlo conseguido. De cuanto yo manifestaba, el profesional de turno tomaba la parte que, él o ella, estimaba oportuna, con toda la carga subjetiva proveniente de sus propias ideas previas. Mi oración, entonces, al perder su verdadera y global razón de ser, o darle a la misma una emotividad sensiblera, se me aparecía irreal en nuestro quehacer diario. Y poco acorde con unos adecuados sentimientos de devoción.

Si, como me dijo en una ocasión un reputado profesional, la noticia en prensa es solo flor de un día, no habría nada que añadir. A diario se escribe, se lee, se consume y “a otra cosa, mariposa”…El susodicho fue director de un periódico, y estuvo al tanto de la realidad territorial que, por entonces, nos tocó vivir. Así que algo sabría de ello, desde luego.

Pues amigos, no lo tengo yo tan claro. Porque, en mi opinión, para el que lee, la manera de transmitir el mensaje es tan, o más, importante que el mensaje mismo. E importan los matices, vaya si importan. Y desde luego no conviene desdeñar nunca el hecho de que cualquier medio ha de luchar por no perder lectores. Y seguir existiendo.

Sin embargo, el ciudadano común siempre seguirá preguntándose hasta qué punto, y en qué medida, las crónicas mediáticas han de contener (o no) la parte correspondiente y, a todas luces, achacable al carácter “específico” de algunas personas públicas a las que (parece) entusiasmarles epatar. O lo hacen para sobrevivir políticamente. En el foco. 

Porque viene sucediendo que cuando un gobernante tiene de compañero a uno de estos individuos, ya se puede dar por tocado y bien tocado en su línea de equilibrio. Que siempre aparecerá descrito, no por sus propios pecados, sino por los pecados de su socio. Una persona impulsiva y poco prudente es un buen foco de atención, ocasiona momentos llamativos, aunque sean equívocamente falsos, permite fotos estrambóticas, ayuda a “combatir” el aburrimiento de la cotidianidad, los debates grises, las leyes difíciles, los reglamentos que hay en una legislatura… En una palabra: “vende” bien.  El riesgo es que las tonterías lleguen a convertirse en noticias de primera plana. O las falsas noticias en munición para la oposición.

Y créanme cuando sucede esto, de poco vale esforzarse en cuestiones sesudas. Te han ganado la partida.


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