Héroes y tumbas
Tendría que ser “Vía de la Plata”, pero en fin. No sé a qué están esperando. Yo, al que lo restablezca, le doy mi voto. Fijo. ¿Qué dice ese señor que llaman “Oscargután”, que sí o que no? Vamos a ver. No me pidan fechas, años, que no me acuerdo. Primeros estudios salmanticenses. Mi señor padre, en su flamante “Simca Mil “, me llevaba a la estación de Cañaveral. ¿A qué hora? Tal vez las 9 o las 10 a.m. Llegaba el tren “Ruta de la Plata”, que venía de Cáceres, o de Sevilla. En tres horas, o algo más, que tampoco puedo precisarlo, ya estábamos en Salamanca. Grimaldo, Plasencia, estación de Palazuelo-Empalme y tira para arriba. Recuerdo la estación de Ledrada, porque no hace mucho estuvimos por allí. Sola, triste y abandonada. Qué será lo que tienen esas estaciones sumergidas en el abandono y el olvido. Me fascinan. Tantas gentes, ilusiones, viajeros, sueños, que se pierden en el pasado inmisericorde. El tren estupendo, con su bar y todo. Te levantabas de tu butaca y te acercabas a tomar algo. Póngame una birrita, o una coca, con su “sandwich” (horrísona palabra, con lo graciosa que es bocadillo) de jamón York, y luego un cigarrito. Entonces no era pecado fumar. Cuando te querías dar cuenta ya se perfilaban en el horizonte las crestas de la Clerecía y de la Catedral. El piso, los amigos, aquellos romances… todo para la memoria. Hasta el tren. ¡Lo quitaron! ¿Por qué lo quitaron? Menudo panorama. Luego, me dejaba mi señor padre donde siempre, y desde Cañaveral, a las 10 a.m. en el Tren Correo, que llegaba a Salamanca ¡a las 8 p.m.! Todo el santo día en aquel vagón maloliente, lento y desesperante. Eso fue en aquellos años de los que tanto se habla ahora. Finales de los sesenta, los setenta. Hoy, esta vaina ominosa en la que se ha convertido la soñada y deseada libertad, por la que clamábamos en aquellos años, corriendo por las calles con los grises detrás repartiendo zurriagazos con el rebenque a los que no corrían como nosotros. Pero no nos desviemos, a lo que estábamos: Se comenta algo en los medios sobre la lejana, o no, posibilidad de que vuelva el “Ruta de la Plata”. No me digas. Pues como tarde tanto como el “AVE” no tendremos la dicha de volver a viajar en él camino de Salamanca. Por soñar que no quede. Como si el reloj de la vida hubiese retrocedido y de nuevo padre nos dejara en Cañaveral camino de la cultura (¡aquello sí que era cultura!) y de los “ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados…” ideal romance de juventud, difuminado por el tiempo atroz, tirano e impío. A ver ¿de quién depende? ¿Ministerio de Fomento y Obras Públicas? Oigan: desde Sevilla a Gijón, lunes, miércoles y viernes; desde Gijón a Sevilla, martes, jueves y sábados. ¿Por qué no? ¿Cuesta mucho, no hay plata? Y sin embargo para dársela a países que están en el quinto pino o donde Cristo dio las tres voces, para esos sí ¿no? Andalucía, Extremadura, Castilla-León, Asturias…el tren Ruta de la Plata ya mismo. Venga.






