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Los anuncios publicitarios son denigrantes con reproches de los hijos a la madre  por encontrar una mancha en la camiseta deportiva.  Muchas leyes prohíben la discriminación, las Cartas Magnas de todos los países civilizados, el Tratado de Roma, Las Directivas que consagran la igualdad, el Estatuto de los Trabajadores, sentencias reiteradas de la jurisdicción social, pero en la  práctica la situación apenas cambia. Bastaría con aplicar con rigor las normas que son claras y contundentes y exigir su ejecución.

Apelamos a la historia para recordar a la abogada  Mercedes  Fórmica  que  publicó una novela basada en un hecho real.  Una mujer llamada Antonia Pernia  fue apuñalada por su marido. La convivencia matrimonial había sido un infierno para Antonia que sufría calladamente malos tratos continuo, pero no estaba dispuesta a pedir la separación porque en  caso de obtenerla perdería por ley el domicilio familiar y la patria potestad de los hijos, por ello tuvo que soportar en silencio los malos tratos hasta la  muerte. La obra  se publicó en 1955 con el título de  “A instancia de parte” y pretendía dar un aldabonazo sobre la inferior situación legal de la mujer casada, aunque a decir verdad  apenas se divulgó, pero en el año 1991 el Instituto de la Mujer tuvo el acierto de reeditarla en una nueva versión  Era una obra combativa, reivindicadora. En el prólogo de la obra, María Elena Bravo recuerda el impacto que produjo un artículo de  Fórmica publicado en el diario ABC que se titulaba  “domicilio conyugal” y exponía lo sucedido a la Sra. Pernia, hecho que llegó a  traspasar las fronteras. Los periódicos alemanes, británicos norteamericanos y hasta daneses y soviéticos publicaron notas sobre este caso. La Sra. Fórmica y  algunos miembros del Tribunal de la Rota  decidieron pedir  a  los poderes públicos  la reforma del vigente Código Civil por el trato que consagraba a la mujer casada proponiendo  que se modificaran  sesenta y seis artículos humillantes para la mujer. Se aceptaron varias modificaciones aunque fueron calificadas de insuficientes e incluso se consideraron potenciadores  de una falsa apariencia de liberalización  del régimen, procurando una seudo libertad de la mujer para acallar las críticas por la flagrante desigualdad .Es cierto que no era el ideal pero sin duda, la reforma supuso un gran avance en algunos puntos importantes para la mujer que   no podía disponer ni siquiera de sus bienes  privativos sin autorización del marido, además, el domicilio conyugal era únicamente “la casa del marido”  y muchas profesiones como jueces o diplomáticos solo podían ejercerse por varones Lo más grave era la disposición del Código Penal que establecía: “el marido que sorprendiera en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos o se les causara lesiones graves será castigado con la pena de destierro. Si le produjese lesiones de otra clase, quedará exento de pena” es decir una verdadera “licencia para matar” como dijo algún penalista.

Aunque parezcan lejanos estos hechos,  algo se ha avanzado pero  la discriminación  sigue latente .Muchas son las  asesinadas  por su pareja.  Las mujeres siguen sufriendo auténticas segregaciones sociales y laborales. Por ello  tenemos que clamar por una protección no solo teórica porque lo cierto es que con tantas leyes el hecho es que nos pagan menos por el mismo trabajo, nos despiden por un embarazo  y hay un gran número de asesinatos sin  respuesta del ordenamiento. Órdenes de alejamiento sistemáticamente incumplidas, eso es lo que tenemos  Nos invade un gran escepticismo que no se disipa con la aparición de un nuevo organismo de protección aunque se trate de un Ministerio de Igualdad.

Toda la sociedad tiene que  rechazar cualquier discriminación por pequeña que sea  y los chistes y chascarrillos que con una sorna cruel  sacan a relucir viejos tópicos: “la mujer y la gallina, caserina, caserina”,qué gracioso¡ Hay que intentar que se borren  del todo los antecedentes del patriarcado patente desde el código ancestral que aparece ya en las Euménides donde los dioses declararon inocente  al matricida, proclamando  que la madre no es verdaderamente progenitora, honor que solo puede  corresponder al padre.  Lo importante es exigir la aplicación escrupulosa de la legislación en vigor, una actitud social más acorde con el siglo y  la conciencia  de respeto a toda persona cualquiera que sea su sexo.

LA AUTORA ES CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN


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