Monroy se viste de fiesta este viernes, 2 de febrero, para celebrar Las Purificás, un rito con más de 200 años de historia que aún espera ser declarado de Interés Turístico Regional.
Esta tradición, que se caracteriza por el canto de coplas con letras que datan de hace más de 600 años, es un testimonio vivo de la rica cultura de la región.
Antiguamente, la fiesta era protagonizada por cuatro mujeres que habían tenido a su primer hijo durante el año. Ellas acudían a la iglesia para purificarse y ofrecer al recién nacido. Sin embargo, en la actualidad, son jóvenes de la localidad quienes mantienen viva esta tradición, acudiendo a la iglesia de Santa Catalina cada 2 de febrero, día de las Candelas, para honrar a la Virgen del Rosario.
Las purificás inician su intervención desde la cancela del templo, cantando para pedir permiso a Dios para acceder a la iglesia. Una vez dentro, se dirigen hacia la imagen de la Virgen para cantar las coplas tradicionales que conmemoran la Presentación de Jesús en el Templo.
Durante la ceremonia, las purificás entonan un total de veinticinco coplas, dirigidas por una de ellas que toca la pandereta de forma continua, mientras las otras tres hacen de coro. Dos de las jóvenes llevan palomas en un cesto, que liberan al finalizar la ceremonia.
En un momento emotivo de los cánticos, el sacerdote deposita al Niño Jesús de la Virgen en el altar y se hace ofrenda de la rosca o roscas de piñonate, un dulce típico de la localidad que se elabora por estas fechas. Al terminar la misa, se presenta ante la Virgen a los niños nacidos en ese año, y por la tarde se sortean las roscas de piñonate en una rifa.
La alcaldesa de Monroy, Sandra Bernal, ha destacado que es un rito singular que contribuye significativamente al patrimonio cultural y antropológico de la tierra.
Con la celebración de Las Purificás, Monroy mantiene viva una tradición que une a su comunidad y enriquece su identidad cultural.
