¡ QUE COMAN PASTELES !

Esta frase apócrifa atribuida a María
Antonieta, que corrió por Francia en el año 1793, unido al
escándalo del collar de diamantes, nos sirvieron la revolución. 

Supongo que ya no son tiempos de revoluciones como aquella;
ya no hay guillotinas, ni garrote vil, ni horca, ni linchamientos, ni
crucifixiones afortunadamente (son una vergüenza para la humanidad).
Sin embargo, siguen existiendo personas que se consideran por encima
del bien y del mal, por encima de las demás personas, con más
derecho a recibir dinero y a tener una vida de lujo y
despreocupación. Son una vergüenza para la humanidad con la que no
hemos terminado aún, ¿será un problema de la educación recibida? 

Quiero mantener la cabeza fría y por eso me recuerdo a mi
misma que la revolución francesa nos trajo a Napoleón, y ese no es
el cambio que los humanos necesitamos. 

Yo una vez fui en la
lista electoral de IU para unas municipales. Como siempre me he
declarado anarquista (y cristiana) muchas personas me preguntaban
“¿qué te ha pasado?”… era solo mi sentido práctico. En aquel
pueblo en que yo habitaba solo había dos partidos en el
ayuntamiento, PP y PSOE, y no me parecía suficiente diversidad para
tener una verdadera democracia. La alcaldesa de aquel entonces (del
PSOE) desde ese momento me negó el saludo y para hacerlo más
notorio cruzaba la calle a mi paso. Una lástima, ella había
estudiado en un colegio público y era una más del pueblo, sin
embargo sentía que su posición le daba el derecho a ser siempre
admirada y respetada a priori. Creo que era una buena alcaldesa, sin
embargo la democracia no es tener un gestor y confiar en el
ciegamente, la democracia es diversidad y transparencia, vivir
observándose. 

Uno de los libertadores de Chile, Manuel
Rodríguez, declaro una vez: 

«Soy de los que creen que
los gobiernos republicanos deben cambiarse cada seis meses, o cada
año a lo más, para de ese modo probarnos todos, si es posible, y es
tan arraigada esta idea en mí, que si fuese Director y no encontrase
quien me hiciera la revolución, me la haría yo mismo.» 

El
lunes 28 de enero, durante la visita del ministro de educación, José
Ignacio Wert, a Badajoz, algunos cientos de personas lo recibieron al
grito de “Hijo de puta”, eso dice el alcalde de la ciudad, Miguel
Celdrán (yo no estaba allí para corroborarlo), y se pregunta “¿qué
reivindicación es esa?”… a mi me asombra que no se responda él
mismo. Es la impotencia de un pueblo que se niega a ser violento. 

Ahora nos despertamos con una contabilidad B que es, en estos
tiempos de desesperación, como el collar de la reina.