Ahora, en tiempo de Cuaresma, comemos en muchos pueblos de la Raia/Raya luso-española, el “buche”. Una mezcla de costillas, orejas, lengua, rabo, tripas… de cerdo, que -condimentada con pimentón rojo- se introduce en el buche del animal sacrificado; bien atada la tripa, se pone a secar durante unos días.
Hay
muchas formas de preparar este suculento, nutritivo y bastante
potente manjar. Muchos lo prefieren con coles, otros con sopa de pan
espeso, o con garbanzos…, pero a mí me gusta simplemente cocido,
sin otro aditamento, puesto en la olla tras quitar la piel
envolvente, hasta que se reblandece.
Una
comida tan rotunda, propia de campesinos que gastan abundantes
energías en el duro trabajo de las faenas agro-ganaderas, ligada a
las matanzas familiares de esos tiempos que ya se nos escapan, exige
buen estómago y ganas de hacer ejercicio para librar después las
calorías acumuladas; al menos un largo paseo que nos libere en parte
del colesterol…
En
esta raia/raya nuestra, tan sabia en tantas cosas, y especialmente en
materia culinaria, suele precederse la ingesta del buche con unas
entradas de queso (¡qué maravilla los pequeños queijos alentejanos
o los algo mayores extremeños, de oveja merina, bien curados!) y
aceitunas rajadas o machadas. Los bocados de carne se “suavizan”
con alguna verdura que refresque la garganta, preferiblemente
lechuga/alfase rizada, preparada con aceite, vinagre y sal.
Todo
lo anterior se degusta mejor con un buen pan espeso, rústico, de
pueblo, hecho en horno de leña, a la manera antigua, con una miga
bien compacta y corteza resistente. Ese pan que se hacía en los
hornos familiares o comunales para toda la semana e impregnaba de
aroma al pueblo entero.
Para
acabar, unos dulces de la tierra, donde no falte en su composición
la almendra, el huevo, harina de trigo, azúcar, y -a poder ser- unas
ameixas/ciruelas pasas acompañando el biscoito/bizcocho.
Todo
ello, claro, hay que “regarlo”. Vino tinto de la Ribera del
Guadiana, las Villuercas, o de la planicie alentejana, contribuyen a
que se “aclare” la garganta. Y para “deshacer” esa especie de
bomba a que el buche se parece, aguardiente/bagaço compartido con un
café cargado -uma bica- o una infusión de hierbas, um chá (yo lo
prefiero de limón/limão).
Es
curioso que este producto rayano sea tan poco conocido a media que te
apartas de la zona fronteriza. Y siempre resulta un agradable
hallazgo para aquellos que tienen la suerte de descubrir este pequeño
secreto campesino que en el territorio luso-español, tan herido de
luchas y de confrontaciones, supuso un punto de unión que bien
merecería ser conmemorado con fiestas populares y de hermanamiento.
Comer
con buche. Convivencia alrededor de un buche, con amigos, vecinos,
compañeros, festejando la vida sencilla y tan rica del territorio
compartido en la frontera.
http://moisescayetanorosado.blogspot.com/