Hubo un tiempo en que también
me rebelaba contra el cetro
tan execrable de lo injusto,
arrojando a esos molinos
andanadas del verbo
más venenoso,
y adoquines algún mayo
después del 68…
Hoy ya vivo retirado
en los cuarteles de invierno
y contemplo en la distancia
la vergüenza de otros duelos.
Para qué vestir a nuestros hijos
con las prendas de lo utópico
si ya acabó la última
guerra
y la perdimos?