ANIMALISTAS CONTRA ECOLOGISTAS Y JAINITAS

En uno de sus chistes, Mingote colocaba a una enfurecida dama corriendo detrás de un torero en la plaza, dándole con un paraguas en la cabeza porque acababa de matar a un toro. El Roto, con su humor ácido, ponía en una de sus viñetas  a un  torero arrastrado por las mulillas al desolladero. El otro día vi en televisión (seguramente ustedes también) una de esas películas de “guaka”, en las que reparten más leña que hay en un aserradero, y en la que los malos son malos de verdad  y hasta feos, como mandan los cánones. Comienza la cinta, para ir calentado al personal, sacando, Steven Seagal, a una pequeña rapaz, que por la pinta parecía un halcón, de una trampa en la  que había caído y se había roto una ala. Siguen después  unas escenas en las que con cara de ser más bueno que el pan del día, se la cura. Y ya  el apoteosis del enternecimiento, hasta caernos una lagrimita, es cuando el animalito comienza a moverla. Todo esto, debidamente aderezado,  suele provocar, en los seguidores de la película del repartidor de tortas a destajo, que tras el reblandecimiento del músculo cardíaco, como efecto rebote, este, se dedique acto seguido a producir mala sangre y que las neuronas, se rebelen interiormente contra aquellos que se han atrevido a hacer semejante tropelía contra al indefenso animalito. Pero esta excitación tiene su paliativo. Y no hay que esperar mucho, porque poco después de esta ternura que ha demostrado con el pobre bicho, no la tiene cuando en sonido estereofónico, para que suene mejor el crujido, descoyunta los huesos del cuello a tropecientos mil malos, ( los cuales, seguro que no sólo mataron al bueno, sino que para mayor insania y colmo de la crueldad, fueron los que pusieron el cepo en el que cayó el pobre alcón, y claro, por matar al bueno, merecen ir a la cárcel, pero por haberle roto el ala a un pobre animalito salvaje… no merecen menor castigo)  y todo ello, sin que le cambie un músculo de la cara, como si acabara de salir de una sesión de botox, intensiva.

 

Este artículo lo escribí posiblemente hace cinco años, y me ha aparecido adecuado reescribirlo, tras las barbaridades que han soltado algunos antitaurinos tras la alegría que mostraron tras la muerte del torero Víctor Barrio en Teruel, porque, habitualmente, estos comentarios que hacen los animalistas, tienen poco o nada que ver con esa supuesta ternura que dicen tener con los animales, a no ser que a  los toreros o a los que somos aficionados nos hayan sacado de la lista de Linneo y ya no formemos parte del mundo animal. Reconozco que el artículo no lo publiqué, por autocensura y porque tras uno semejante a este, en una revista de caza, sobre la utilidad de esta como elemento de equilibrio ecológico, se despacharon a gusto en las redes sociales con anónimos y otros no tanto, a los que no contesté, porque aunque no esté de acuerdo con ellos, también tienen todo el derecho de estar en desacuerdo, aunque no me parece correcto, amenazar o insultar.

 

¿Por qué se ha producido esta corriente animalista, que llega colocar incluso por encima de las personas a los animales? “ANIMALISTAS LE ROBAN EL PERRO A UN MENDIGO

 

Unos activistas, más preocupados por un animal que por la situación de su dueño, le han ‘confiscado’ un cachorro a un mendigo, que termina llorando desconsoladamente.

 

Viernes, 25. Septiembre 2015

 

 Un video recién publicado muestra un desgarrador incidente que ha generado polémica en toda Francia. Activistas franceses de derechos de los animales han sido grabados durante la confiscación de un cachorro de un hombre sin hogar, quien llora desesperadamente cuando le quitan el animal. Llama la atención la preocupación de los animalistas por el perro cuando su dueño, un hombre que vive en la calle, podría ser quien realmente necesite ayuda.

 

Las imágenes del incidente, que tuvo lugar en París, muestran a un hombre y una mujer activistas de los derechos de animales que están luchando contra un hombre sin hogar, mientras que su cachorro asustado intenta esconderse detrás de las maletas de su dueño. Luego agarran al perrito y se lo pasan a otro hombre que huye. Finalmente, el hombre sin hogar, que no es capaz de defenderse, llora desconsolado tras haber perdido a su mascota.”

 

 En España, y su proporción es muy semejante a la del mundo llamemos civilizado, la población urbana en el 2.000 era del 78 % y evidentemente la rural un 22%. Algo que tampoco es totalmente correcto porque a veces se contabilizan como rurales las periferias de las ciudades y pueblos que se encuentran a pocos kilómetros de grandes ciudades y que en realidad son ciudades dormitorio, que en pura lógica podrían considerarse urbanos. ¿Qué quiero decir con ello? Veamos los datos.  En los últimos cinco años, según un artículo de un periódico andaluz, el número de mascotas se ha multiplicado por 10. Esta relación ha hecho, que nuestra visión de estos se haya  troquelado, humanizado y pretendemos y queremos hacer extensivo este sentimiento al resto, con el prejuicio que esto conlleva incluso para los propios animales en libertad. Vi el otro día un reportaje en la 2 sobre la proliferación de lobos en diversas partes de Castilla León y Asturias. La actitud de los ganaderos pasaba desde la indignación, a la resignación, incluida una ganadera “ecológica”, que no podía, con un discurso pretendidamente pactista, ocultar cierto sinsabor porque los lobos le habían matado quince terneros, y optaba como protección por la tenencia de mastines ¡y burros¡, ya que afirmaba que su sensibilidad auditiva, les hacía detectar su presencia y alertar con los rebuznos.  Los comentarios de ciertos agricultores de un pueblo enclavado en un parque Natural, en el que suelo pasar los veranos, ya han pasado del cabreo de años  pasados, porque una piara de jabalíes les había vendimiado, sus vides antes de lo previsto, a la recolección de la torta del girasol por parte de corzos y ciervos, a  la de asumir la situación con un: ¡qué le vamos a hacer¡ Por que ya han tirado la toalla frente a la Administración. Denunciar, y tramitar unos daños ocasionados les producen más molestias, que las que les han producido los animales. Un guarda de coto truchero del rio Júcar, me comentaba el destrozo y la casi desaparición, pese a las repoblaciones, de las truchas, cangrejos  y otros peces. –Se los comen todos los cormoranes y no se puede hacer nada. ¡Cualquiera los toca¡

 

Los gastos en animales de compañía, mantienen una industria que factura, posiblemente, casi tanto, o quizás más, que las que se dedican a la ganadería. En las películas actuales, uno de los  grandes tabúes, es que no se pueden maltratar animales, aunque sea de ficción ( personas sí, incluso deleitarse sádicamente en sus sufrimientos). La soledad urbana, los divorcios y separaciones, incluso la carencia de hijos, por acuerdo mutuo, (El número de hogares con un núcleo conyugal sin hijos ha pasado de 1977 a 2015 de 1,5 a 4,4 millones  ) han propiciado la presencia de animales de compañía en muchos  hogares, como compensación anímica. Seres latosos y pesados en no pocas ocasiones, pero siempre cariñosos. Razón de más, para no entender a todos estos energúmenos que abandonan a sus animales. No hay cosa que más me cabree y produzca ternura a partes iguales que un animal abandonado y entre ellos el que más desvalido me parece, es el galgo.  No es de extrañar que, dicen, que los indios del Amazonas, al menos en su estado puro,  no se comían a las gallinas, o cabras que criaban, y de los que sacaban huevos y leche, y preferían cazar animales salvajes, para comérselos, porque los domésticos eran como de la familia. Cuando volaron el Matadero de Mérida, apareció un gatillo que posiblemente vivía allí y  me siguió a casa y allí siguió durante bastantes años,  hasta que con todo el dolor de mi corazón murió, hace pocos meses, y aún me acuerdo con no poca pena de él. Posiblemente haya muy pocos que sepan quienes son los jainitas. Se ha puesto de moda entre nuestra sociedad  el ser analfabeto de religión, como si saber algo del Corán, la Biblia, o de los Cinco libros Clásicos, convirtiera a su conocedor en un meapilas,  y  ya que no sabemos de nuestra religión tradicional, como para meternos en mayores berenjenales, de otras, aunque luego oye uno, cosas, como la que dijo un día una locutora de Canal Extremadura, que hablando de los premios S. Pancracio se despachó con el siguiente comentario: “Y los premios que llevan el nombre de esta “divinidad”, se han convertido ya en clásicos”. Y se quedó tan tranquila.

 

Los jainitas son una secta hindú que respeta, hasta el exceso, la vida. Toda clase de vida, los más radicales van incluso desnudos y descalzos para no tener que usar fibras vegetales o animales, si bien se ponen una mascarilla para no tragar insectos ya que esto les produciría la muerte. Y se alimentan con una dieta vegetal sobre todo de arroz, que les dan sus devotos. Y me parece bien el que respeten la vida en general, aunque lógicamente existan contrasentidos en su comportamiento, y su aplicación llevaría precisamente a todo lo contrario de lo que defienden,  a la desaparición de la vida, la naturaleza es pura agresión, un pez se come a otro, un carnívoro al que se le ponga por delante, y una planta coloniza su espacio sobre las otras, pero lo importante es su actitud de respeto. Y por supuesto este pacifismo extremo respeta más que a ningún ser viviente a los humanos. Esta convicción y su adhesión extrema a ella, es personal, en modo alguno  se meten con nadie que no comparta sus ideas y por supuesto no agreden ni física ni verbalmente a quien no lo hace.

 

Y esto, respeto,  es lo que pido a esos radicales animalistas, que parecen formar parte de una secta que ha elevado a los animales a la categoría de dioses y hasta parece que no dudarían en ofrecerles sacrificios humanos, vista  la alegría que muestran ante el sufrimiento o muerte de un torero.