UNAS HORAS, CON “EL BOSCO”, EN EL MUSEO DEL PRADO

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Cómo he gozado con este genial pintor en el Museo del Prado, hasta que se ha despedido ante tantas miradas tan fijas como conmovedoras. Largas colas para recrear la mirada en su fascinante obra. Apenas pude “charlar” con “el Bosco”, como se le conoce en España, pues en el Museo del Prado estábamos muchos de sus admiradores, ansiosos de dejar la retina en sus óleos, verlos detenidamente, interpretarlos, cautivarnos, en suma, con esta legión de admiradores de este genial pintor.

 

Con motivo de los quinientos años de su muerte, esta muestra atraía a devotos, coleccionistas y, sin duda, a cuantos han bebido de su genial mundo, conscientes de su originalidad. Claro que con ese mundo mágico que llevaba el pintor, alcanzaría la fama por la originalidad de su estilo y, durante el siglo XVI, ya se hacía espera para hacerse con su obra, imitada, copiada y falsificada, hasta su firma.

 

A partir del siglo XIX, especialmente del XX, su obra se ha revalorizado mucho y el Museo del Prado custodia el “Jardín de la delicias”. Ver su obra, significa gozar de su numen, descubrir o descifrar su capacidad genial, pues se perdieron las claves del acervo cultural en su tiempo.

 

Una experta en la pintura del Bosco como Pilar Silva Morato, ha escrito un opúsculo revelador de la talla de este genio, del que, por cierto, Felipe II era un gran admirador y hasta reuniría un gran número de sus obras, aun cuando algunas se han perdido. No obstante otras correrían mejor suerte, en un lugar tan seguro como el monasterio del Escorial. De ahí, que la obra de la pinacoteca del Prado y el Patrimonio Nacional conserven la mayor colección de la obra del Bosco. Además del ya citado “Jardín de las Delicias”, se unirían otros cuadros como la “Adoración de los Magos” y el “Carro de heno”, donde se aprecia la evolución del artista, junto a otros tres grandes cuadros.

 

Es un gozo para la vista, un recreo sentimental el arte de este genio, el sentido de unirnos gracias a él con un mundo mágico, tocarnos con su pincel, como una caricia el sentimiento.

 

Me he llevado tantas emociones ante su pintura, que he quedado prendido de una obra singular, propia del genio de este Bosco, al que el escritor, Gustavo Martín Garzo ha dedicado un bello artículo en la página noble del “País”, “El carro de heno”. El escritor “en la piel del pintor, reflexiona sobre el significado de lo misterioso, lo deforme y lo maldito de su obra”. Este Bosco, mágico y original, escatológico y singular.