Me
gusta especialmente el cine japonés, tan elegante, pausado,
expresionista en los personajes e impresionista en los paisajes.
Desde El intendente Sansho (1954),
la mítica película de Kenji Mizoguchi, al Hara-Kari.
Muerte de un samurái (2011), de
Takashi Miike, he ido saboreando el “tempo lento” del cine nipón,
donde cualquier detalle es cuidado en extremo.
Igual
me pasa con el de Próximo y Oriente Medio. Los
limoneros (2008), con el
enfrentamiento palestino-israelí de fondo, o las iraníes Buda
explotó por vergüenza (2007) o El
caballo de dos piernas (2008), donde un
mundo de miserias, incomprensiones y desvalimientos son tratados con
una sensibilidad que emociona.
Cualquiera
de ellas podemos verla sin problemas conectándonos a YouTube, lo que
es una tentación, porque “enganchan”, y la oferta es
extraordinaria.
Pero
en estos días, estoy “entregado” al cine del “otro lado del
charco”, en concreto al Latinoamericano. Esa zona de donde proceden
los más indignos culebrones por entregas que diversas cadenas de
televisión ofrecen en seriales interminables. Mas de donde nos llega
una producción cinematográfica variada, riquísima, entre la que me
he decantado por el “cine de compromiso”, que llamamos también
testimonial o social.
Dejo
una relación de películas, de los últimos años, descargadas en
YouTube, al alcance de todos, entre las muchas que podría señalar,
y que merecen ver o volver a ellas. Abrevio sin mencionar director,
actores, etc. por ser información accesible sin problemas por
internet, como las mencionadas más atrás:
Así,
empezando por la más antigua, he visto un duro alegato contra los
abusos de poder político-militar sobre la población indefensa, la
peruana La boca del lobo (1988),
cruda y aleccionadora, magnífica en su “tiempo pausado”.
Luego,
La vendedora de rosas (1998),
colombiana, que nos recuerda a las españolas “Perros callejeros”
(1977) o “Deprisa, deprisa” (1981), con ese submundo
delicuencial, marginal, de drogas, violencia y falta de salidas para
preadolescentes y jóvenes de suburbios miserables. También con
personajes y actuaciones de la vida real, tan real como que algunos
terminaron su existencia asesinados durante el propio rodaje, o
alguna quitando fríamente la vida a otra persona. Impresionan los
retratos psicológicos de unos jóvenes a los que no les queda un
mínimo asidero por el que vivir.
En
el mismo sentido va Cidade de Deus,
film brasileño de 2002, donde la supervivencia difícil en las
favelas de Río tiene una amplia base real, desgarradora.
El
tigre de Santa Julia, mexicana, también
de 2002, encuadrada en la épica popular, me ofreció una tregua en
medio de la tragedia de los adolescentes callejeros: el
“justicialismo” personal y grupal, tipo de la española “José
María El Tempranillo” (1964), ofrece una oportunidad “heroica”
a los más desfavorecidos.
Pero
con la argentina Memoria del saqueo
(2004) vuelvo a la temática de la
peruana mencionada antes, esta vez más globalizada la represión
sobre el pueblo desde los poderes gubernamentales, con una tensión
dramática en modelo documental, apabulladora. En Argentina se está
produciendo un cine extraordinario.
De
2005 es la venezolana -coproducción con España- Maroa,
nuevamente enclavada en el suburbio y los sueños adolescentes por
buscar un mundo mejor, saliendo de la miseria y la desesperanza
generalizada.
La
hamaca paraguaya (2006), del país de
donde lleva el nombre, me trajo al recuerdo la versión
cinematográfica de “El coronel no tiene quien le escriba”
(1999). Pero con más lentitud en la filmación, planos fijos,
largos, y con tanta riqueza literaria en los monólogos y escuetos
diálogos del matrimonio anciano protagonista, que esperan la vuelta
imposible de su hijo muerto en la guerra del Chaco, entre Paraguay y
Bolivia. ¡Cuánto desvalimiento y cuanta dulzura en los
protagonistas!
Del
mismo año vi Qué tan lejos
(2006), hermoso y nostálgico recorrido por Ecuador, donde el amor
juvenil frustrado se entremezcla con la problemática de la
subsistencia en un país complejo y hermoso.
De
2007 es El baño del Papa,
producción uruguaya, entre la comedia y el drama. Comedia por las
situaciones y drama por el desenlace previsible, llena de colorido,
dinamismo, y con una capacidad extraordinaria paras denunciarnos las
dificultades de la sobrevivencia en la gente sencilla, con rasgos de
humor y distensión.
La
vida de los peces, chilena, de 2010,
trata del desarraigo de la emigración, la dificultad del regreso, la
imposibilidad de retomar amistades dejadas, el desencuentro con
nuestro propio pasado. Largometraje intimista en medio de una
producción nacional muy marcada por la dictadura de Pinochet.
La
Yuma, nicaragüense, igualmente de
2010, trata el tema de la lucha por la vida, del batallar por salir
de la miseria del suburbio, esta vez a base de “golpes de boxeo”,
con una protagonista que ha de cargar con sus problemas y los de sus
familiares, en medio de la violencia del entorno familiar y social.
Por
último, reseño Habanastation,
cubana de 2011, donde nos presentan el tema de las desigualdades
sociales manifestadas en dos críos (de suburbio deprimente uno y de
barrio acomodado otro), que van descubriendo así los fallos de una
Revolución que no logró la igualdad proclamada, aunque recurriendo
a veces a maniqueísmos excesivos y presentación de situaciones
contradictorias no bien elaboradas, cayendo en tópicos facilones.
En
fin, toda una riqueza cinematográfica de la que he pretendido
presentar una pequeña y telegráfica muestra, donde hay un poco de
todo, dentro del buen cine y de unas temáticas variadas, con
contenido humano para recapacitar.
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