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MIS CÓMPLICES REYES

OPINIÓN
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Hasta no importarme quiénes en
verdad eran los reyes, ha tenido que pasar por mi vida toda una eternidad. Ahora
no me importa quién lleve corona, quién ostente privilegios, quién me traiga
regalos ni me importa quién se suba a la carroza de mis sueños a observarme
cómo me hago feliz esperándoles. Los reyes, mis escogidos reyes, son mis
cómplices en esto de tutear al universo y me permiten hablar o gritar a mi
gusto porque forman parte esencial de mis entretelas emocionales y nos tratamos
con un desmesurado afecto y con el magnífico respeto con que se tratan los
dioses. Somos cómplices en la aventura de los sentimientos.


            Mis reyes están en mi oriente y
están en mi poniente; están en mis manos, están cerca de mis ojos, se tienden a
mi sol, anochecen conmigo, buscan y encuentran los mismos afectos que a mí me
precisan; mis reyes cómplices son de hueso y saliva, de coraje y voluntad, de
tripas y alma; mis reyes me tienen y a mis reyes tengo.


            Apenas un rato atrás estuve con uno
de ellos, ahora quizá escriba para otro, anoche cenamos juntos, reyes y yo;
mañana veré a mis reyes de hueso trenzarme sonrisas, pronunciarme miradas y
tocarme los besos. Así, desde siempre, desde que supe y conocí de su espacio,
desde que la razón me condujo al corazón, desde entonces me codeo con reyes de
verdad que son tan perfectos que saben llorar y sufren y se desaniman y se
duermen.


            No es un secreto, todos los míos
saben que aliento esta debilidad por la realeza, saben que me muevo en la
indigencia con ellos y que escucho música con ellos, que desayuno miel o
manteca con ellos, que muero con ellos y resucito con ellos, que me sorprendo
con ellos. No es un secreto, los míos lo saben, como lo sabes tú, desde ahora.

 


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