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La infanta Elena se encara con los paparazzis y les revienta una exclusiva

OCIO Y SALUD
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Hasta hace bien poco, la infanta Elena no tenía mayores problemas para que los fotógrafos que habitualmente la siguen plasmaran su actividad no institucional en las revistas del colorín. Salvo en unas cuantas ocasiones, cuando su divorcio estaba aún reciente, que perdió los nervios y tuvo palabras amenazantes contra varios reporteros que la esperaban a la puerta del colegio de sus hijos o en el club de Campo de Madrid, disimulaba con asiduidad su malestar, aunque por dentro tragara quina. Pero a raíz de la imputación de su cuñado Urdangarin, los nervios se han desatado en la Primera Familia y la primogénita no se ha salvado de este nuevo cambio de actitud.

Si hace unos días era Don Felipe, a las puertas del cine Princesa de Madrid, el que utilizaba a los escoltas para frenar unas fotografías realizadas en la vía pública, su hermana organizó una trifulca en plena calle con ellos el día de su cumpleaños, 20 de diciembre, que quienes presenciaron califican como “excesiva”.

Mientras algunos fotógrafos esperaban ese día frente a su domicilio para dejar constancia de los invitados que acudían a felicitarla, otros, que manejaban buena información, se apostaron en el restaurante privado (no abierto al público) de Andrea Tumbarello en Madrid, donde una garganta profunda les había revelado que doña Elena acudiría esa noche. Y así fue. Llegó sola en un coche de gama baja y acompañada de sus escoltas. La sorpresa de los reporteros fue mayúscula cuando la infanta se bajó del vehículo y empezó a increparlos: “¡Me estáis agrediendo, me estáis agrediendo! ¡Fuera, fuera de aquí, que no os quiero ver!”.  A continuación, los reporteros hicieron su trabajo y doña Elena entró en el privado con los nervios a flor de pie.

A partir de ese momento se organizó una estrategia dirigida por la propia duquesa de Lugo para romper la exclusiva. En menos de media hora el grueso de los fotógrafos que antes esperaban a las puertas de su casa madrileña se trasladaron hasta el restaurante con el consiguiente revuelo y sin que nadie pusiera pegas a la salida de la fiesta para ser fotografiado, incluida la infanta, que hasta sonreía. Cuentan que los fotógrafos despistados recibieron una llamada de aviso de parte del entorno de Doña Elena para que acudieran allí y reventaran la exclusiva a sus compañeros díscolos. Incluso comentan que los escoltas se desplazaron hasta allí a buscarlos. Ya se sabe que foto de muchos, negocio de ninguno.

Vía Vanitatis


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