“En febrero busca la sombra el
perro” dice el viejo refrán. Esperemos que no. Preferimos que siga el frío, que
enraícen las plantas y que luego medren en abril. Queda un mes de caza mayor.
Los que disfrutan de la montería, que lo sigan haciendo con tino, mesura y buen talante. Bien es
cierto que esos lances monteros son
inolvidables. Carpe diem.
Pero febrero es el mes del
cuquillero, y de los palomeros. Ambas modalidades nos parecen fascinantes. De
la caza de jaula se ha escrito tanto que da como reparo decir algo más.
Precisamente por eso, habrá que seguir comentándola; porque su misterio y
encanto son indescifrables. Los que la denostan, sus razones tendrán, aviesas o
cabales; epur,si muove, es decir, que mientras podamos, seguiremos metiéndonos
en el aguardo a palpar el latido del monte.
De la caza de la torcaz…¡Ah! Una
buena jornada de palomas no tiene que envidiar a nada. Los que las vivimos
antaño envidiamos a los que hogaño disfrutan de esas mañanas frías en los
pardos encinares.
Y al fin y a la postre, seguiremos
acudiendo a la llamada del ayer. A ver a los viejos amigos, que cada domingo se
reúnen para ir al gancho de zorras, que organiza la sociedad local. El caso es
pegar la hebra de esto y aquello, recordar los viejos tiempos, disfrutar de un
trozo de costilla asada o de panceta, el trago de la bota, el calorcillo de la
lumbre…ya saben.