En las relaciones humanas siempre solemos decidir quiénes son nuestros amigos cuando compartimos gustos, aficiones, sentimientos y, de ellas,obtenemos bondades, cosas positivas para las partes. Esta misma acepción son las que se utilizan en los partidos para llegar a acuerdos, a pactos, para marcar una línea política común y clara. Durante todos estos 35 años, el PSC y el PSOE, han mantenido una unión magnífica, clara y capaz de sostener sus diferentes posturas en sus debates políticos, hasta que hoy la mecha ha incendiado el conducto del gas y todo ha saltado por el aire.
El PSC vive un caos ideológico desde que dejó de gobernar la Generalitat de Cataluña, y ahora busca captar el voto nacionalista que ERC ha asumido como propio, sin pensar que esas cuestiones territoriales, de banderas, es algo ajeno al debate de la izquierda que debe preocuparse en pro de las personas, de sus servicios sociales y no entrar en debates sobre secesiones. El lugar de la izquierda está, en el ámbito territorial, en promover marcos de convivencias que ahonden, si así lo deciden, en la autonomía basado principalmente en el principio de subsidiariedad (cercanía al ciudadano) y siempre en beneficio de la igualdad y el bienestar de los ciudadanos.
El PSOE no ha conseguido instaurar su discurso en las diferentes partes del Estado. No ha sabido mantener la relación, en el actual marco de crisis social/económica/política, con el PSC, y ahora hay un problema muy grave que aún no hemos sabido responder, o se ha dado por sentado: ¿por qué nos oponemos a un referendúm en Cataluña? La respuesta debería ser porque no somos nacionalistas.
¿Qué ocurrirá ahora? Sólo hay una cosa clara: el PSOE, de momento, necesita del PSC para ganar las elecciones generales; y a la inversa, esa dependencia no es tan grande. Juzgaremos lo que ocurra en las próximas horas. La política, y la disciplina de voto está cambiando, el problema que por intereses partidarios y territoriales. Chacón ha actuado con cabeza y coraje.
Sean felices
