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LA ESCLAVITUD DEL JUBILADO

OPINIÓN
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Al jubilado se le suelen encomendar las tareas más
variopintas “para que no se aburra”. “Mira qué bien  -le dicen-, así te distraerás”, y le endilgan
a los nietos pequeños, berreando, pateando sofás, alfombras y barrigas, porque
los padres tienen mayores compromisos. “Vienes por la mañana y así te pasará el
tiempo volando”, y ha de atender a los más mayores todavía, que no están sino
para que recompongas su esqueleto como a un puzle, en tanto el tiempo pasa
lento como tortugas en invierno.


¡Los jubilados! Hacen recados. Son reyes de las
bolsas, de las cestas de compra. Emperadores de los encargos y los trámites. Dioses
de los remedios. Y se erigen en todoterrenos del taxi para la familia entera,
de la asistencia de ayuda a domicilio, de la actuación en primeros, segundos,
terceros auxilios… O sea, que valen para un derecho y para un torcido; para lo
que los otros, tan ocupados, no pueden realizar. ¡Buenas tareas, sin duda,
nobles y hasta satisfactorias, siempre que no sean ataduras que aprisionan
hasta clavarse en carne viva!


Y es que este esclavo dinámico y moderno tiene labores
que no admiten demora y por estos nuevos compromisos deberá abandonar. Así:
levantarse más tarde, porque ya durante muchos decenios madrugaría en exceso;
pasear, ir al gimnasio, para contrarrestar la degradación natural del
organismo; leer lo que aplazó una y otra vez, apilando libros sin ojear en las
estanterías; ver tantas películas que dejó para momento mejor; escuchar esos
conciertos que tanto le hubiera gustado oír en ocasiones anteriores imposibles;
viajar a los múltiples -cercanos, medianos y lejanos- lugares a donde antes no
pudo ir, y todavía podría medianamente “patearlos”… Involucrarse en lo que le
fue antes tan dificultoso: asociaciones de vecinos, culturales, sociales,
artísticas, recreativas, lúdicas, políticas, sindicales… Dar rienda suelta a su
creatividad de -pongamos- pintor, escultor, escritor, bailarín, guitarrista,
cantante de ópera, flamenco, tango o fado, como solista, como integrante de
corales… ¡O jugador de cartas y dominó! Enrolarse como guía turístico
voluntario por los monumentos y valores ecológicos de su población. Pescar;
hacer ganchillo y croquetas, tortillas de espárragos y ensaladas con pimientos
del piquillo; jugar a la petanca o a los bolos. Volver a los estudios en la
Universidad de los Mayores, o en la “Universidad de toda la vida” o en las
clases de alfabetización, la escuela de idioma o de los “ligues variados”. Ver
el progreso de las obras públicas contratadas por el Ayuntamiento; los pases de
modelos específicamente preparados para los de su estatus, venta de mantas,
cacerolas, nuevas ollas a presión, con el viajecito de compensación en un “todo
incluido”…


¿Cuándo comprenderemos que el oficio de jubilado
tiene tantas tareas por atender que lo que realmente le va a faltar es tiempo
para el aburrimiento, y que lo necesita para disfrutar plenamente de la alegría
de vivir?


http://moisescayetanorosado.blogspot.com/


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