No
es ninguna exageración ni salida de
tono, es cierto, el pabellón español de la Bienal de Venecia, que comienza el 1
de junio y acaba el 24 de noviembre, costará 400.000 euros. Podría pensarse que
todo vale mucho dinero pero es que será ¡Un
montón de escombros¡, una “intervención”
de la aragonesa Lara Almarcegui, que lleva haciendo montones de materiales desde hace años.
Todavía
no me he repuesto de mi visita, y de eso hace unos cuantos años, a la Bienal de Venecia. Cada uno tiene sus
gustos, y yo suelo ver lo que puedo de Museos y exposiciones, y en el mundo de arte he visto de todo, y ya
casi nada, pese a la enorme imaginación con la que están dotados los artistas, me
sobresalta, como máximo esbozo una sonrisa de complicidad. Pero lo de Venecia, es algo fuera de serie, no por el resultado, sino por la grandiosidad del entorno y lo epatante de los
contenidos, que no he podido quitarme de la cabeza tal monumento al absurdo.
Recuerdo haber visto una gran iglesia, de la que habían colgado, en un techo clásico, miles de cordeles que
pendían hacia abajo y que se igualaban a una altura aproximada de unos tres
metros sobre la cabeza del espectador, con unas papelinas de colores anudadas en su punta, o una
torre-palacio, cuya instalación era un montón de ajos esparcidos por el suelo,
que rodeaban un sillón Luis XIV. Ustedes perdonen pero yo que ando sobrado de
imaginación, no llegué a comprender el mensaje de la mayoría de ellos. Cada uno
de estos lugares había sido cedido a una nación o no, ya que Cataluña este año ha querido colocar su propia instalación. Pero
de eso hablaré mas tarde. Creo recordar que
aquel año,( se celebra cada dos, de ahí el nombre de Bienal (bi-anual), el de
España consistía, en…¡Una habitación vacía¡ Uno puede ir a alquilar o comprar
un piso vacío, y ¡cha chammmm¡ está viendo una obra de arte.
No
me parece mal que Lara vaya haciendo por ahí sus “instalaciones” , ni tan siquiera
en esta locura, en la que se han
convertido la Bienal u otras movidas,
que parecen un concurso para ver
quien hace la cosa más rara, pusiera su
montón de escombros en uno de esos 30
edificios nacionales de los Giardini de Venecia, pero que cueste la broma ¡400.000
euros¡ ya es demasiado en época de
crisis, y eso que ha costado por esta
circunstancia de apretarnos el cinturón, la mitad de lo que costó la última, de
Dora García.
Pero
quizás lo llamativo, y que le ha superado a la artista, es que su idea, la
concepción trascendente que siempre acompaña a sus instalaciones se ha quedado en la visión más plana de su
obra que se podía esperar, y ella se ha apresurado a desmentir de que no se
trata de una lectura de la situación en la que se encuentra España en todos los
campos; económico, de valores e incluso de sentido de pertenecía, y que los
escombros no son “una reflexión
sobre la situación del país”, ni de la consecuencia de la burbuja inmobiliaria,
pero dudo que los visitantes saquen otra conclusión de las cuatro toneladas de escombros de más de
cuatro metros de altura, que han
tenido que transportar en barco e
introducir en el espacio asignado al
Pabellón español, no sin antes tener que reforzar el suelo para que no
se hundiera. Me imagino, tanto a españoles como foráneos, contemplando el
montón de escombros y moviendo la cabeza
diciendo; Es verdad, esta es la imagen
de España.
Y
lo es porque Cataluña que ya “no se junta” con España para nada, y como además le debe sobrar el dinero, ha montado su propio
stand , pero eso sí setenta mil euros más caro, que se note el poderío. Francesc Torres, el artista designado, ha
cogido, para dar su visión artística de la sociedad, a ocho personas: Una bioquímica, una arquitecta,
un chatarrero senegalés, un obrero, una trabajadora de limpieza a domicilio
ecuatoriana, un empleado de banco, una joven sin experiencia laboral, y a un
hombre de cierta edad, a quien han desahuciado de su piso. Todo para mostrar la
constitución de la sociedad catalana y que
el 25% de los habitantes de Cataluña están desempleados. Pero la crisis manda
y no pueden estar allí todos los protagonistas
de esta “actuación”, así es que les pagaron 1.500 euros por sus colaboración, y
se quedaron en casita, sólo habrá diversos
elementos de imagen, con
conversaciones realizadas con ellos.
Todo
me parece bien, dentro de la experimentación todo es válido, aunque llamarlo arte ya es meterse en otros barrios, lo que ya no acabo de
entender, es que para esto que se
convierte en humo, y que los elementos
expuestos, pueden ser una alegoría de
nuestra vida cotidiana, y ya nos daría pie para filosofar sobre el “casual art”,
nos gastemos un dinero importante en un
momento de crisis, e iva cultural. Y es que, como siempre aconseja el buen
criterio, los experimentos se deben hacer con gaseosa que es barata.