Hablar de lo que se defrauda
en este país, sería tanto como estar hablando dos meses seguidos sin descansar
sobre el tema y aún nos quedarían asuntos por sacar a la palestra; y es que
esta situación se ha dado siempre desde tiempos inmemorables con mucha naturalidad,
y lo que ocurre ahora, es que este asunto se ha desmadrado de tal manera y con
tanta intensidad que nos parece un tema del presente o de reciente implantación,
por las consecuencias que nos ha traído.
Tenemos conocimiento por
comentarios de calle, que son los que nos han abierto los ojos, que un 28% del
fraude que existe en este país, lo realizamos de manera habitual y casi sin
darnos cuenta los ciudadanos particulares. Es una cuestión de educación y todos hacemos
un poco de fraude fiscal como la cosa más natural del mundo. El día que viene la peluquera, el fontanero, la limpiadora, etc., etc., a casa y no le pagamos el IVA por el servicio realizado, estamos
haciendo fraude fiscal. El otro 72% que
tampoco se recauda, pertenece a las grandes empresas, a las grandes fortunas y a
los grandes bancos; que también lo hacen de manera habitual, aunque de forma
premeditada por lo que supone.
Y todos, los que más y los que
menos nos preguntamos: ¿Cómo
lograríamos combatir este fraude fiscal y cómo podríamos hacerlo?. Pues
yo creo en primer lugar, que lo primero que debería hacer el Gobierno es
contratar muchos más inspectores apropiados y preparados al efecto, porque en
la actualidad no disponemos de ellos, como sería deseable.
Como muestra, recuerdo con
mucha exactitud las zonas de la costa mediterránea, como por ejemplo SANTA POLA
(Alicante), un lugar que visito todos los años por razones de familiaridad, en
el que vive una población durante el invierno, de alrededor de 10 ó 15.000
personas, pero que cuando llega el verano alcanza cifras de 500 ó 600.000 mil
habitantes y seguramente 20 ó 30.000
trabajan en la economía sumergida, en sectores de servicios, restauración,
hostelería y turismo.
Y debería el gobierno entender, que en
ciudades de las características de la que he mencionado anteriormente como
ejemplo, no pueden estar controlados con un solo inspector de Trabajo para todo
el año; porque en invierno bueno está, pero cuando llega el verano y sube la
población de manera desproporcionada, ya me contarán que se puede hacer en ese
ámbito con un solo inspector.
Lo que más interesa es que el
Estado inspeccione minuciosamente, aunque también sería interesante que exista
por nuestra parte un espíritu consecuente, reflexivo y maduro de dar valor al
dinero público, y rehuir determinadas maneras de proceder que se prestan al
fraude fiscal. ¿Es que a partir de
determinados importes, no sería conveniente pagar obligatoriamente mediante
talón nominativo, como se hace en otros países de Europa?.
Y yo me pregunto: ¿Sería
mucho pedir que la gente diera el valor suficiente al dinero público, sobre
todo teniendo en cuenta los casos de corrupción que estamos viendo y viviendo y
el fraude fiscal que nos ahoga, cuando además los ciudadanos de a pié, exigimos
que las basuras se recojan a diario, que el asfalto esté como Dios manda y que
la luz, el agua, la seguridad ciudadana, el servicio de autobuses funcione
adecuadamente y el resto de los servicios públicos no falten…?.
Naturalmente,
todo requiere un principio y antes de nada, lo primero que habría que fijar es
una buena Ley Fiscal, en el sentido de que los ricos tendrían que pagar más, y
las clases medias y bajas tendrían que pagar menos. Todo en proporción, porque ahora los impuestos que pagan los que
menos tienen, son bastantes más altos que los que más tienen.
Aunque lo más importante no es él % que se paga en
impuestos, sino el hecho de que los que más tienen, utilizan todo tipo de destrezas
y tácticas legales para pagar menos; y ese no es el camino si queremos
enderezar este país.
Para terminar mis comentarios sobre el
particular, me gustaría que la gente se conciencie de que en España existe un fraude fiscal de unos 90.000 millones de Euros y que mientras exista este desfalco, España
no podrá levantar cabeza, por mucho que lo intenten los políticos con su
palabrería y sus historias para no dormir.
