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SEXO, TABACO Y ALCOHOL

OPINIÓN
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Da
la impresión
  de que, el encabezamiento
de este artículo, es la hoja de ruta de un fin de semana de un joven o no
tanto, pero, no hay vez en la que, cuando recibo una revista de temas médicos, no
aparezca un artículo alabando el acierto, que han representado,
 para  la
salud general y el gasto sanitario en particular, las restricciones sobre el
tabaco.
  Es evidente que así ha sido,
pero aquí hay algo que falla, porque la infancia, de los que superamos los sesenta,
estuvo envuelta en una nube de tabaco, eso sí de picadura, de la que decíamos,
que en España
  no había vampiros, porque
las estacas se tenían muy a mano. Sin embargo, quizás porque la gente moría más
pronto, por otras cosas, que no eran el tabaco, la incidencia de las
enfermedades producidas por el tabaco eran menores, y eso que había algunos
adultos, cuya fisonomía nunca la vi sin un cigarrillo en la comisura de los
labios. Pero
  quizás, más que el mismo
tabaco en sí, habría que ver, qué es lo que le han metido a los cigarrillos en
estos últimos tiempos. Pero este es otro asunto. No quiero volver,
 ni se lo deseo a nadie, a permanecer metido, durante
largas horas de reunión, en una habitación, entre
 nubes de tabaco. Se acababa llorando como una Magdalena,
con los ojos más rojos que el mismísimo Drácula,
 y con un terrible dolor de cabeza,  no sólo por lo tedioso y estresante de las
mismas, sino porque respiras, reciclándolo, todo el humo que han echado los
demás. A pesar de todo, siempre he sido poco propicio a las prohibiciones.


El alcohol,
ha estado inmerso en la cultura mediterránea, desde siempre. Hoy día estarían
encerrados en la cárcel, y les habrían quitado la custodia  de sus hijos,  todos los padres de mi barrio, incluidos los
míos, por darles para la merienda, unas rebanadas de pan con vino tinto y
azúcar. ¡Darle alcohol a un niño de seis años¡ ¡Qué monstruosidad¡ Que
recuerde, de mi generación que vivimos desde bebés  con la visión de una botella de vino encima de
la mesa, para comer, no conozco apenas alcohólicos, ni que cogieran en su edad
adulta borracheras continuas, a lo mejor es porque ya teníamos adaptado el hígado,
para aguantar lo que fuera, pero yo creo que, sobre todo, era, porque la
cultura del vino, conllevaba la mala imagen social de un borracho. “Si no sabes
beber, no bebas”.  Sin embargo ahora  leo, que la moda es impregnar un tampón en
alcohol, e introducirlo por el ano o la vagina, para coger una borrachera casi
instantánea. Hemos perdido el respeto al alcohol, que ha sido un cordón, en
muchas culturas, incluida la nuestra, que nos unía a la divinidad, y quizás, la
 falta de cultura de religiosa  y la ausencia de cultura de alcohol, desde
niños,  ha llevado a que los jóvenes
persigan conseguir,  lo que  las viejas generaciones  aborrecían,  la borrachera rápida, en lugar del placer de
degustar un vino o un licor, lentamente, y a ser posible en buena compañía . Y
puede que , en parte, esto tenga su raíz 
en esta política prohibicionista, sin más, sin  cultura  alcohólica, ni alternativas.


¿Y el sexo?
Vale, de acuerdo que comerse una rosca era, en épocas no tan pretéritas, no  un pecado, sino un milagro de los grandes.
Pero si bien la sanidad hace hincapié, de modo continuado, en los efectos
desastrosos del tabaco en la salud, y nos saca fotos de pulmones, que se caen a
cachos, fotografiados en el cartón de las cajetillas, en donde aparece un
letrero enorme ,” el tabaco mata” ( algunos yo creo que es lo único que leen,
eso sí inconscientemente, al cabo del día), y las campañas contra el alcohol, o
las drogas, nos hablan de sus efectos perniciosos, sin embargo,  el sexo tiene barra libre, y  los estragos que produce, sanitaria y
sicológicamente son, con diferencia, 
muchos más elevados,  que el tabaco
y el alcohol juntos. La lista  de daños, sería
enorme,  y los costos  contabilizados, (nadie lo hace, no es
políticamente correcto) son tremendos


Hace poco,
aparecía en todos los medios de comunicación,  el actor 
Michel Douglas,  advirtiendo sobre
que la infección  por el papiloma, por practicar
el sexo oral,  y que podría llevar a un
cáncer de garganta. La cosa se tomó,  frente quizás lo que él esperaba, con un
cierto cachondeíto.  Pero es evidente que
ahí está, y lo podemos añadir a la lista de enfermedades venéreas;  sida, sífilis,  gonococias … Pero, sobre todo. existe el
gran drama del embarazo no deseado, que produce  grandes trastornos vitales, tanto si se lleva
a término, como si no. Ya no se ven películas, apenas, sólo las antiguas, en
las que la actriz o el actor, lleven en su mano un cigarrillo, pues ya no se
considera el “fumar un placer” como decía Sara Montiel, está mal visto que
aparezca un galán o señora de buen ver con un cigarrillo en la mano, ya sólo lo
hacen los malos malísimos,  pero los revolcones
con el/la primero/a que se encuentran , se produce  repetidas 
veces en cualquier cinta , con todo lujo de detalles.  Cualquier estudioso de la historia de la
religión católica, vería en la alianza de los poderes públicos con los
religiosos, las restricciones del sexo, la potenciación  de la “virtud”,  de la fidelidad y el honor de la mujer, entendido
como asunto de entrepierna, como respuesta a la terrible plaga de las
enfermedades de transmisión sexual, sobre todo la sífilis, que azotó a Europa,
hasta la aparición de los antibióticos, y comprobar que tras el uso de estos y
los buenos resultados en las infecciones, bajó esa consideración moral del
“revolcón”. No era pues en el fondo  un
problema de trasfondo moral, sino sanitario. Pero se ha bajado la guardia, Ya
no deberían preocuparnos tanto las infecciones en nuestros jóvenes, (o no
tanto), como los abortos.  No es normal
que en los últimos diez años los abortos en España hayan aumentado un 70% y dos
de cada tres se realizan sin aducir 
causa alguna.  No se puede dar esa
imagen frívola del sexo,  desde
departamentos financiados por el gobierno como el Consejo de la Juventud, (creo
que ya hay orden, en la nueva reforma, de su disolución) que  propugnaba el aborto “Libre y gratuito”  sin más, como si fuera lo mismo que irse a
tomar una caña. Es evidente que esta situación,  es sólo una consecuencia de algo, cuya culpa
no es de lo/as jóvenes, en muchos casos casi adolescentes, sino de la
imagen  de que practicar el sexo no tiene
consecuencias, sensación esta,  que
dibuja,  de las relaciones sexuales,  todo el márketing que nos llega  a través de los estereotipos que con los que
cada día somos bombardeados, “los impactos”, 
un sistema de medida  que se
utiliza mucho, para medir el posible éxito de una campaña publicitaria.  No soy partidario de prohibiciones, pero sí
de información y me parece, a veces, que si bien los de mi generación aprendimos
las cosas del sexo  de modo autodidacta y
con muchas lagunas, ahora la permisividad y el “no pasa nada”, es mucho más
peligrosa para la salud mental y física de nuestros jóvenes,  que los viajes a Elvas, o Perpignan,  para poder ver, en las películas y las
revistas, qué es lo que  había debajo de
aquellas largas faldas que llevaban las mujeres.


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