Cuando suceden tragedias
como la de Santiago nos quedamos como mudos, como sin ganas de hablar. Te vas
enterando de lo que ha pasado y desde los primeros momentos empiezas a saber lo
que pasó. Hoy todo se produce al instante en materia de comunicación.
Nuevamente las redes sociales recorrieron el mundo en cuestión de minutos.
Poco a poco se conocen más
detalles, los teletipos y el directo entran en la escena y la información (sin
contrastar en ocasiones) circula sin la debida prudencia. Sí, es un debate
permanente el que existe cuando suceden cosas que afectan a las personas, en
cuanto al derecho de información o el derecho a la intimidad de las personas,
sobre todo porque a veces las imágenes son enormemente duras y pueden hacer daño.
Se comienzan a ver
imágenes y ahí están los ciudadanos anónimos. Vecinos del barrio donde sucedió.
Que han visto cómo el tren descarriló…que escucharon un ruido impresionante,
que vieron un hongo gigantesco de humo y que escucharon gritos, pidiendo ayuda
de los pasajeros.
No se lo pensaron y
comenzaron a saltar la valla. Fueron los primeros en ponerse a ayudar. Fueron
los primeros sin saber el peligro que podrían haber corrido. Les pudo la fuerza
de apoyar a personas que necesitaban ayuda y que estaban apresadas entre
hierros y otras cosas. Les pudo su solidaridad, les pudo su voluntad por ayudar
e intentar salvar a personas desconocidas pero que necesitaban una voz, una mano
que les devolviera a la vida, porque seguro que lo que estaban viendo les hizo
estar por unos momentos en otro mundo, un mundo muy lejos por lo que tenían a
su alrededor.
Después, con el paso de
las horas llegaron los políticos y los reyes, los príncipes…ya se sabe, pero
felicitaron a los ciudadanos y también a los funcionarios y empleados públicos. Ya está bien,
que se den cuenta de que a pesar de los pesares, los que trabajamos en la
Administración servimos a todos, a todos, y desempeñamos una gran labor y que somos
absolutamente necesarios.
En Barcelona conocí a
algunos gallegos y en concreto a dos hermanas con las que conecto a veces por
la red y estaban jodidas, eran y son muy de su tierra y mira
que llevan años en Barcelona, les expresé mi solidaridad. Son buena gente.
Me quedo con los anónimos
que vi y escuché por la tv…siempre, siempre que suceden
catástrofes, ahí están esas personas que se ofrecen, que asumen riesgos, que
son naturales, que son los mejores. Recuerdo el 11-M, la riada en Badajoz,
siempre los ciudadanos…lo mejor, los ciudadanos.