Digital Extremadura

HOMENAJE A MI VIEJA LAVADORA

OPINIÓN
Comparte en redes sociales

[Img #32615]Nos conocimos una tarde de verano. No fue
necesario que nos presentaran porque nada más fijar mi mirada en ti quedé
prendada de tu belleza exterior, fue un amor a primera vista. Tan blanca, tan
nueva, tan reluciente… con esas letras plateadas que me decían AEG, yo
enseguida respondí, sí, aquí estoy, voy a llenarte cada día de regalos, te
alimentaré llenando tu tambor de ropa sucia, desde mis mejores galas hasta los
paños de cocina. Tú me recompensabas devolviéndomela limpia y perfumada. A
veces te tragabas algún calcetín pero yo te lo perdonaba todo, esa reciprocidad
de cariño, de amor correspondido hacía que nos perdonáramos todo.

 

Así
transcurrieron los años, fuiste conociendo a mis hijos que, con sus babas,
vomitonas y  manchas de apiretal, hicieron que nuestra
relación fuera más estrecha, diaria, más cercana si cabía. Fueron creciendo
contigo al lado hasta que empezaste con los achaques y necesitabas llamar la
atención.


 Tuve que llamar al técnico y nada más
verte dijo ¡es la mejor, no te deshagas de ella, es eterna! y yo le dije ¡no,
no lo haré nunca!


Me cambié de casa y te traje conmigo. Empezaron
a fallarte los rodamientos y los vecinos nuevos te conocieron enseguida. Eras
como un miembro más de la familia, era imposible olvidarte si estabas
funcionando. Cuando centrifugabas recorrías toda la casa, mis hijos pasaban y
te saludaban cuando se cruzaban contigo, a veces se enfadaban cuando te
cruzabas en el pasillo ¡mamá, mírala, que no nos deja pasar! Yo tenía que
regañarte y devolverte a tu sitio ¡no molestes a los niños! Lo mejor era cuando
te mandaba abrir la puerta a algún vendedor o cuando ibas a comprar el pan ¿lo
recuerdas? te ponía un euro encima y cruzabas la calle con ese ritmo  que
te caracterizaba que ni las muñecas de Famosa tenían tanto estilo. Eras la
envidia de mis vecinos.


Pero llegó aquel fatídico día en que tuvo que
volver el técnico con el peor de los diagnósticos. Se te rompieron los
rodamientos y ya no había piezas de recambio, eras demasiado vieja.  Yo no
quería cambiarte por otra. Y cuando ya nadie apostaba por ti se obró el
milagro. Estaban mis hijos con amigos tocando en el garaje con sus guitarras
eléctricas, bajos y… entonces escucharon el chunda chunda de  tu
centrifuguéo y empezaste a formar parte de su grupo musical.


¡Mamá, pon la lavadora!

 

¿Programa
corto, prelavado, prendas delicadas?


¡El largo, que hoy no viene el batería!


Y así transcurrieron tus últimos días, con el
salto al estrellato.


Cuando llegó tu final y vinieron a recogerte los
del punto limpio todos lloramos en casa…


Ahora ocupa una Bosch  tu lugar, pero no es
lo mismo, no hace ruido, no me entero cuando  termina. Sé que mi vida
nunca volverá a ser como antes…

 


Comparte en redes sociales

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *