Rayos, truenos y centellas, dioses y fachas se conjuran en el solsticio de invierno para impedir que las mujeres españolas salten la verja hacia el mundo de las personas, ese donde los derechos humanos les son reconocidos. Porque claro entre poner cuchillas en los alambres y hacer una ley que impida a las mujeres pobres decidir sobre su propia vida, solo hay un matiz: Ambos son crímenes contra las personas, el primero por razón de clase, y el segundo por razones de clase y de sexo.
¿A quien se le ocurre nacer pobre y mujer, nacer esclava?
Mujeres del mundo revelaos contra vuestros represores, no reconozcáis su inventada supremacía, armaros con astucia y paciencia, y combatid incansablemente a vuestro opresor, desde las tribunas, desde los periódicos, desde los fogones, desde las letrinas, desde las aulas, desde las puertas de los colegios, y los parques públicos; Y sobre todo no eduquéis a vuestras hijas como a esclavas, ni a vuestros hijos como a amos.

