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El tabaco iguala en sus volutas al anónimo rebuscador de
las colillas y a su antónimo de habanos muy selectos.

No así el aroma que emana de sus plantas, pues la
distancia en su fragancia es alargada como se infiere de extremos tan opuestos.

 

Pero la misma brea abrasa los pulmones a sendas castas y
ambas serán en el futuro por mor del humo pérfido, pasto de las llamas de un
tumor.

 Uno en la calle
tosiéndole a la luna y otro en la clínica privada de lamentos, tan vulnerables
frente a la ingrata nicotina como asequibles al postrero desaliento.


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