Hace unos días me vi en la
obligación moral de asistir a la misa de “córpore in sepulto” de un conocido
vecinal, pariente de unos amigos cercanos, que se celebró en el Tanatorio de nuestra
ciudad de Mérida, (donde fue enterrado con posterioridad) y naturalmente la
asistencia a tan piadoso acto fue masiva, entre familiares (padres, hermanos,
esposa, hijos, sobrinos, etc.) más
los vecinos, conocidos, amigos y compadres, porque de todo
hubo en la misa del Señor.
El sacerdote que ofició la misa,
estuvo a la altura de las circunstancias, amable, sencillo, cercano, conciso y concreto,
pero sobre todo muy comedido a la hora de transmitir la homilía de la santa
misa y recuerdo que a la hora de dar la comunión a los presentes, y como se
trataba de una capilla “no católica únicamente”, ya que se
pueden celebrar en la misma actos religiosos de cualquier otra confesión,
pues no existía
el Sagrario.
Llegado el momento y a tal fin, el
sacerdote con mucho tacto preguntó amablemente al público presente, que cuantas
personas iban a tomar la comunión y la sorpresa viene ahora al ver, que solo
dos personas levantaron el brazo porque querían comulgar en ese acto, una
sacristana acólita y otra señora, cuando la iglesia estaba a rebosar de público
y seguramente había más de 200 personas presenciando y
participando del acto. Una vez realizada la ofrenda, se presentó
una tercera señora dispuesta a comulgar, pero el sacerdote ya no disponía de más obleas
de pan ácimo
para ofrecerle.
Él no lo dijo,
pero la cara que se le quedó al pobre sacerdote (y lo de pobre lo digo sin
animosidad de ningún tipo) fue de auténtica pena. Pero con este comentario:
¿A dónde quiero ir a parar?, pues simplemente quiero comentar, que los
españoles en este país nuestro, nos confesamos católicos más de un 70% de la
población, si contamos los bautizados, comulgantes, casados y enterrados
cristianamente.
Sin embargo acudimos a la iglesia
para asistir con verdadera devoción a los actos religiosos por voluntad propia y para ejercer nuestra fe, solamente alrededor
de un 14% de ciudadanos y no llegamos ni al 21%, los que acudimos a los distintos
centros religiosos, para cumplir con los familiares y amigos tratando los actos
a celebrar, como si de un acto “simbólicamente social” se tratara. Esto se palpa por la
ausencia de verdaderos católicos en las iglesias y hasta por la falta de vocaciones
que observamos en los seminarios, porque
el “mundo misionero”
aunque parezca lo mismo, es otra historia
bien distinta.
Y viene a cuento
mi comentario después de haber escuchado y leído las reseñas que se han vertido
últimamente en todos los medios de difusión (radio, prensa y televisión),
cuando han sustituido a los Sres. Antonio
María Rouco Varela (78 años) y Juan Antonio Martínez Camino (61 años) por sus
compañeros Ricardo BLÁZQUEZ PÉREZ (72 años) y José María GIL TAMAYO (52 años), como
Presidente y Secretario de la Conferencia Episcopal Española, en los que algunos
de ellos incluido el Papa Francisco I, piensan dar un vuelco al pensamiento, al
proceder, a los gestos y a la vida pastoral de la magistratura de la Iglesia
Católica, Apostólica y Romana, que nada tienen que ver, con la filosofía y las
formas de manejar a la iglesia española, durante bastantes décadas, por no decir siglos,
pretendiendo influir directamente incluso en los asuntos de Estado, como la
Educación para la Ciudadanía, el aborto,
los matrimonios homosexuales, etc., etc.
Ya está bien de
manipulación, prepotencia, magnanimidad, prácticas, manejos y maniobras que desafortunadamente
hemos tenido que padecer niños, hombres y mujeres en este país, por parte de
quienes fingiendo humildad, generosidad, filantropía, abnegación, nobleza y
hasta misericordia, por parte de quienes debiendo dar ejemplo, han estado
utilizando la avaricia, el egoísmo, la vileza, él distanciamiento y la
parquedad, precisamente con personas que aunque no se hayan acercado a los
templos por su culpa, han sido capaces de sonreír y consolar al más débil, de
ayudar al más necesitado y hasta
de rezar humildemente por ellos.
Menos mal que
todo en la vida cambia y este soplo de aire fresco que nos traen los nuevos
mandatarios de la iglesia, van a ser compensados con el agradecimiento y con su presencia física en los templos, aquellos que
nunca dejaron de ser cristianos, aunque para algunos lo pareciera, pero sobre
todo y por encima de todo, para que no vuelva a ocurrir lo de hoy en un acto
tan relevante como la despedida del amigo Jerónimo, ya que se dispensarán hostias
en abundancia en cada celebración eucarística que
se celebre. ¡Que así sea!.