El diccionario de la RAE define la felicidad como estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Satisfacción, gusto, contento. Suerte.
El término proviene del latín felicitas, a su vez de felix, «fértil»,
«fecundo».
Desde los tiempos más remotos el hombre y la
mujer han querido ser felices, han luchado por serlo. Pero ¿cuál es la forma de
conseguir dicho gran logro? Los bienes materiales proporcionan al ser humano
bienestar, comodidad, gozo… Obviamente el dinero es necesario para vivir en un
mundo donde ya no existe el trueque. Poderoso caballero es don dinero escribió,
en el siglo XVI, Francisco de Quevedo. Y, esto sigue siendo cierto en la
actualidad. Pues es un bien que abre muchas puertas en esta época o en cualquier
otra y ayuda a alcanzar la dicha. Mas ¿basta con ser hacendado para ser feliz? No.
Además de bienes materiales, toda persona necesita salud, cariño… por ser cosas
tan importantes o más que la primera. Además, el hombre es inconformista por
naturaleza. Si tiene un euro, quiere tener dos; si tiene cinco, aspira a los
diez…
Jean
Paul Sartre, filósofo y escritor francés del siglo XX, decía que la felicidad
no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace.
Según
Gandhi la felicidad se alcanza cuando, lo que uno piensa, lo que uno dice y lo
que uno hace están en armonía.
Y
para Albert Schweitzer, médico, filósofo, teólogo, músico alemán y premio Nobel
de la Paz en 1952, la felicidad es sencillamente tener buena salud y mala
memoria.
Podría
citar otras muchas opiniones diferentes acerca de este tema. Pero no lo veo necesario.
Porque
el mundo es diverso y la diversidad genera riqueza, cada ser humano tiene su propio
concepto sobre cualquier cuestión, incluida, por supuesto, ésta. Verdad es que la
felicidad existe. Sólo que para verla hay que descorrer el tupido velo que la oculta
con demasiada frecuencia. ¿Cuántos logran realizar con éxito la mencionada y
ardua tarea?
